El jueves 16 de noviembre de 1989 el sacerdote jesuita José Ellacuría Beascoechea almorzó en el colegio que la Compañía de Jesús tiene en Indautxu, un barrio de Bilbao, en su País Vasco natal. Llevaba más de medio año instalado ahí, pero no porque él así lo hubiera buscado. Ocho meses antes, en marzo, el Gobierno de Taiwán lo había expulsado porque recelaba de su intensa labor pastoral en pro de la organización sindical de la clase obrera taiwanesa. José Ellacuría tenía 61 años, y más de la mitad, los más intensos y determinantes, los había vivido en aquella lejana isla que forjó su carácter.
Después del almuerzo, pasadas las 2 de la tarde, José se retiró a su cuarto para preparar el pequeño maletín con el que viajaría a presidir unos ejercicios espirituales en el Pirineo, la cadena montañosa que separa la península ibérica del resto de Europa. A subirse iba en el carro cuando le dijeron que tenía una llamada urgente. Su primera reacción fue decir que no se la pasaran, pero le insistieron que era urgente. Tomó el teléfono, y al otro lado estaba su hermano Jesús Ellacuría, sacerdote también, quien sin mucho preámbulo le soltó que acababa de escuchar en la radio que en El Salvador habían asesinado al hermano de ambos, Ignacio Ellacuría, y a otros cinco jesuitas.
José canceló su viaje. La primera preocupación de él y de Jesús fue ver cómo daban la noticia a su padre, Ildefonso Ellacuría, quien tenía 93 años y estaba encamado pero lúcido en Portugalete, a unos 15 kilómetros de Bilbao. Jesús vivía con él. “No le digas nada, que llego y se lo decimos juntos”. Jesús acató, pero como Ildefonso tenía un transistor junto a la cama, en un momento que se quedó solo lo encendió y por casualidad escuchó la noticia de la masacre ocurrida en el campus de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). José aún no había llegado a la casa familiar cuando Ildefonso llamó alarmado a Jesús y le contó lo que acababa de escuchar, creyendo que era él quien le estaba dando la noticia.
Ildefonso falleció a los ocho días, el viernes 24 de noviembre de 1989; un día después la iglesia de Santa María, de Portugalete, acogió una multitudinaria misa-funeral.
Fotografía cortesía José Ellacuría |
-------------------------------------------------
(Esta es una escena incluida en una larga entrevista a José Ellacuría, hermano de Ignacio Ellacuría, publicada el 15 de noviembre de 2013 en El Faro bajo el titular “Es necesario que hechos como la muerte de mi hermano no queden en la impunidad”)
No hay comentarios:
Publicar un comentario