martes, 26 de marzo de 2013

Urederra


Urederra es río. El nombre es vasco. ‘Ur’ significa agua, y ‘Eder’ significa bello, hermoso, pero también abundante, enorme. En una traducción libre, se podría llamar río Aguabella o río Aguahermosa o río Aguabuena o río Aguascaudalosas, pero a mí me suena mucho más sonoro –y bello– río Urederra. Lo que se ve en la fotografía es el nacimiento, ubicado al pie de la sierra de Urbasa, en Navarra, en Euskal Herria. Esta imagen está tomada apenas 150 metros después del nacedero, y el caudal luce ya vigoroso, recio, ederra. Aquí las aguas enfilan rumbo a un pueblito llamado Bakedano, llegarán al río Ega poco más abajo, luego al río Ebro y 400 kilómetros más luego, al mar Mediterráneo, ya no tan bellas, maltratadas –como casi todo– por el paso del tiempo. 

Fotografía. Roberto Valencia

domingo, 24 de marzo de 2013

Monseñor Romero y el Ejército Revolucionario del Pueblo


El manuscrito es una hoja de cuaderno de rayas escrita con esmero y lapicero azul, por las dos caras y con letra clara. Desde el mismo arranque resulta cautivadora: 
Digámosle la verdad al pueblo salvadoreño y al mundo entero sobre quiénes fueron los asesinos de Monseñor Romero.
Nunca supe quién escribió el manuscrito. Se lo entregó a Luisiana Beltrán –la secretaria de la Fundación Monseñor Romero– uno de los asistentes a la presentación de mi libro Hablan de Monseñor Romero. Ocurrió en la tarde del 21 de marzo de 2011, en la cripta de Catedral metropolitana, a apenas unos pasos del mausoleo que alberga los restos del obispo mártir.

La hoja doblada llegó a mis manos una semana después. Luisiana me la entregó acompañada de una ligera descripción del señor que se la dio –entrado en años, con aspecto de persona humilde–, de su solicitud expresa de permanecer en el anonimato, y de su escueta presentación como militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una de las cinco facciones que conformaron el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, la que terminó liderada por Joaquín Villalobos (a) Atilio. 

Fotografía: Roberto Valencia
El novelesco manuscrito no tiene desperdicio.
El tiempo no puede esconder la verdad ni a quienes lo fusilaron solo por recuperar a la gente que lo seguía domingo a domingo y creía en su palabra. Miembros del ERP o Ejército Revolucionario del Pueblo, por medio de un comando procedente de Nicaragua, lo asesinaron única y exclusivamente para despertar a aquel pueblo, para que empuñara las armas, porque días antes de su muerte habían girado la orden de que pronto habría que empuñar las armas. Algunos preguntaban cómo íbamos a combatir sin armas, y la respuesta era que como fuera, con piedras o palos y algunas armas.
Yo fui uno de los pocos que presenció una reunión o filtración que salió de una persona clave, conocido con el nombre de Fran. Él era un especialista en combate urbano nacido en una ciudad de Nicaragua y traído para preparar y en algunos casos para enjuiciar. El día de la muerte de Monseñor Romero [24 de marzo de 1980], como a eso de las 2:00 p.m., tuvimos una reunión en la colonia Costa Rica [de San Salvador] . Llegó Fran y habló con un compañero íntimo de él, llamado Willian, originario de San Marcos, hermano de un comandante al que días atrás lo habían asesinado en el sector de la Zacamil [en Mejicanos].
Digo todo esto para refrescar la memoria y sepan que no estoy mintiendo. Los señores del ERP tenían el conocimiento sobre a quién tendría que llegarle la culpa, porque Willian le preguntó a Fran sobre a quién le caería la culpa, y él le contestó o le mencionó el nombre de Roberto [D’Aubuisson, señalado por la Comisión de la Verdad –Naciones Unidas– como el autor intelectual del magnicidio].
Hoy estos dos tipos ya no existen. Murieron en combates en Usulután. Por información supe que cayeron cuando lo del Puente Cuscatlán. Solo un primo de Fran sobrevive, el que tuvo al mando la zona de Perquín, conocido como El Chocho.
Hablo de esta manera para que se aclare hoy la verdad, y el señor Obama pueda ayudarnos a través de los secretos de la CIA o alguna información de su Gobierno, pues tendría que tener en los expedientes alguna información.
El día del entierro de Monseñor solo comandos armados del ERP dirigieron el entierro, y nunca encontraron el Ejército en las calles, como ellos lo creían. Al llegar a catedral no les quedó más que utilizar sus propias armas contra el mismo pueblo, para hacer creer que los disparos proveían de los edificios. Miremos el pasado y se darán cuenta de que nunca estuvo alguien en ellos. [El ERP] solo quiso hacer algo similar a Nicaragua, como la muerte del periodista Joaquín Chamorro, pero aquí fue diferente, y con asesinar a Monseñor Romero no repitieron lo de Nicaragua, ni tampoco formaron el frente que quisieron tener, porque las ideas siempre fueron y serán diferentes, y este pueblo no se puede engañar, ¿verdad, don Joaquín Villalobos y doña Guadalupe Martínez? Descubramos la verdad aunque mañana muera.
El hecho de que hayan pasado dos años desde que recibí el manuscrito hasta que hoy sale publicado en este humilde blog es significativo: no creo en la teoría que se plantea. Hay suficientes y variados testimonios de que la ultraderecha (personificada en la figura de Roberto D’Aubuisson) asesinó a Monseñor Romero, y no el ERP. 

Sin embargo, por la investigación que realicé antes de escribir el libro me consta que dentro de la izquierda radical la figura de Monseñor Romero –su humanismo a ultranza, que lo llevaba a cuestionar con dureza las acciones del ERP o las FPL– era muy incómoda. Me consta también que el ERP fue durante la guerra el grupo más audaz en el campo de batalla, y también en el plano político y en el manejo propagandístico del conflicto. 

El fondo de lo que se cuenta en el manuscrito tiene su lógica, es verosímil.

Estoy convencido de que la ultraderecha asesinó a Monseñor Romero, pero este manuscrito (escrito por un militante del ERP que supuestamente escuchó conversaciones de parte de la dirigencia en las que se barajó la posibilidad del asesinato) alimenta mis sospechas de que D’Aubuisson y sus secuaces quizá no fueron los únicos que en aquellas fechas estaban planificando la muerte de Monseñor Romero.

jueves, 21 de marzo de 2013

Interpelado sobre periodismo y violencia


Me van a permitir el ejercicio de haraganería. Están siendo semanas densas estas, y en la entrada del blog de hoy me limitaré a reproducir –con la edición imprescindible– un cuestionario que acabo de responder a Ana Lidia, una estudiante universitaria salvadoreña que me contactó por correo electrónico en mi condición de reportero de la Sala Negra del periódico digital El Faro. Lo hizo porque necesitaba las opiniones de un periodista para un trabajo sobre violencia y derechos de la niñez, la adolescencia y la mujer. Comparto sus preguntas y mis respuestas. Quizá le digan algo a alguien.

***

Estimada Ana. Disculpe la tardanza en responder, pero estaba fuera de la ciudad, con limitadísimo acceso a internet. Le respondo con gusto sus preguntas.

1. ¿Qué lo motiva a realizar su labor periodística en Sala Negra y la cobertura que realizan sobre la violencia en El Salvador?
La violencia es el problema de problemas de la sociedad salvadoreña; solo quienes hacen de su vida un continuo esfuerzo por abstraerse –y tienen recursos para ello– lo negarían. La violencia nos moldea y nos define. Dicho esto, la decisión de abordarla desde la trinchera del periodismo se me antoja inevitable cuando se tiene una concepción del oficio en la que importa abonar para que la ciudadanía tenga información honesta sobre los problemas del país. Creo que cubrir la violencia y sus consecuencias es la opción lógica en El Salvador; tienen más que explicar los colegas que optan por especializarse en cine, en fútbol o en noticias de chambres, dicho con todo el respeto para quienes optan por esas áreas.

2. ¿Cómo fue el proceso y la experiencia de la investigación sobre la historia de Magaly, que se narra en la crónica Yo violada?  
Desde que conocí a la protagonista hasta que salió publicada la crónica pasaron 13 meses. Desde un principio tuve claro que era una historia con mucho potencial y opté por tener un acercamiento paulatino, en el que la prioridad fuera que Magaly dejara de verme como un periodista tradicional, porque la historia no solo estaba en la inenarrable violación tumultuaria que sufrió (una experiencia que puede sonar sorprendente, pero es demasiado recurrente en los ambientes controlados por pandilleros), sino en su vida, en su pasado, en sus anhelos, en sus relaciones interpersonales.

3. La violencia en nuestro país se relaciona inmediatamente con pandillas y homicidios, y se atribuyen al mal trabajo de las autoridades, pero poco se analizan otros problemas y factores que generan violencia. ¿Cómo contribuyen los medios de comunicación al enfoque que se tiene de violencia?  
Yo sí creo que las pandillas, como fenómeno, son el principal generador de violencia en El Salvador. Cuando se va a las comunidades con honestidad y con tiempo, cuando no se llega en visitas relámpago guiadas por la Policía o el Ejército, en plan turista (como suele suceder con los “enviados especiales” desde el Primer Mundo para cubrir el fenómeno), resulta sencillo captar el nivel de incidencia que tienen las pandillas en el diario vivir de la mayor parte del territorio nacional, tanto en ambientes urbanos como rurales, y la diversidad de expresiones de violencia de las que son al mismo tiempo causa y efecto. Hay otros ingredientes que abonan (el narcotráfico, la violencia institucional…), pero yo sí estoy convencido de que las pandillas son el principal generador de violencia. Negar o minimizar esa realidad ha sido uno de los errores más graves cometidos por la red de oenegés e instituciones que cuestionaban las erradas políticas públicas gubernamentales que agravaron el problema en los últimos 15 años. En cuanto al papel de los medios, no tengo la más mínima duda de que –quiero pensar que por ignorancia– hemos contribuido a recrudecer un problema que, en sus inicios, era estrictamente de índole social.

4. ¿Cómo ve el panorama del maltrato hacia la niñez, la juventud y la mujer en el país?  
En un ambiente de violencia exacerbada como el que se vive en El Salvador, los colectivos más vulnerables terminan siendo los que más sufren las distintas expresiones de violencia. Los niños y las mujeres serían, por supuesto, los colectivos victimizados más visibles. Algo parecido podría decirse de la juventud, pero con un matiz importante en el caso de los varones: por la dinámica propia de las pandillas (estructuras muy machistas, al punto que a finales de la década pasada prohibieron el ingreso a las mujeres), los adolescentes –repito: LOS– son numéricamente las principales víctimas del fenómeno de las maras, pero al mismo tiempo son los principales victimarios. El Salvador, sin duda, está en deuda con su juventud, cuanto menos desde la firma de los Acuerdos de Paz.

5. ¿Qué le hace falta al periodismo y a los medios de comunicación para tratar el tema de la violencia y para generar conciencia?  
Creo que al periodismo le faltan honestidad y humildad a la hora acercarse a un fenómeno como el de las pandillas, del que todos hablamos y escribimos pero del que en realidad muy pocos periodistas conocen siquiera superficialmente. Un ejemplo: aún se sigue escribiendo o diciendo por televisión ‘Mara 18’, que sería como si en Colombia alguien llamara FERC a las FARC. Creo para aspirar a entender y dimensionar un fenómeno como el de las maras hay que hablar con comisionados y ministros y negociadores y estudiosos y políticos, sí, pero igual de importante –si no más– es hablar con pastores evangélicos de base y con las oenegés incrustadas en las comunidades y con maestros y, claro está, con los pandilleros y con las personas que más los sufren; hay que viajar en bus, comer en los mercados, oler las cárceles, meterse en las colonias más estigmatizadas… y hacerlo sin prejuicios. Quizá así logremos textos honestos, pero asentados sobre la reportería, sobre el conocimiento.

***

Por cierto, la semana pasada logré acercarme a Huesca, al XIV Congreso de Periodismo Digital. Gran encuentro. Me estoy tomando con premeditación unos días para que los apuntes de mi libreta se reposen, porque de Huesca regresé con la sensación de que se habló mucho, bueno y variado, y que entre líneas se dijeron cuestiones trascendentes. Les adelanto una idea de lo que espero ver pronto convertido en una entrada de este blog: me late que hoy día España y América Latina estamos separados por algo más que un océano en cuanto a concepción del periodismo; mientras que en una orilla los proyectos periodísticos más audaces están surgiendo de la desesperación y el desempleo, en la otra, sus pares nacieron impulsados por el entusiasmo y la pasión.

Fotografía: internet
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(Este texto se publicó primero en Bajomundo, mi blog de la revista Frontera D, también bajo el título "Interpelado sobre periodismo y violencia")

domingo, 17 de marzo de 2013

La bendita primavera


Dicen que no se echa en falta lo que no se tiene, y en El Salvador no tenemos el año partido en cuatro estaciones. No tenemos pues la bendita primavera. Y cuando llega marzo, no tenemos el privilegio de admirar cómo resucitan al unísono cientos de miles de árboles de infinidad especies. En esta imagen se aprecia un cerezo que florece sobre la calle Casado del Alisal, en la ciudad de Huesca, Aragón, España.

Fotografía: Roberto Valencia

martes, 12 de marzo de 2013

Cementerio de Quezaltepeque


Es pura cortesía llamar despacho a este cuartucho, pero aun así es la habitación más decorosa de todo el Cementerio Municipal de Quezaltepeque. Es un cuadrado de tres por tres metros, de paredes repelladas y grises, y con escasa luz a pesar de que son las ocho y media de la mañana. Hay una mesa, un archivo, un par de sillas y poco más. Aquí me reciben Daniel Santos, el administrador, y Emiliano Urquía, auxiliar de administración. Estamos a mediados de enero y aún no se sabe que Quezaltepeque terminará siendo un “municipio libre de violencia”, pero he venido aquí, entre otras cosas, porque quiero que me cuenten la incidencia de la tregua entre las pandillas Barrio 18 y Mara Salvatrucha (MS-13) en su trabajo. 

—Sí se notó el cambio, porque aquí muertos así… matados podemos decirle, han disminuido bastante –me dice Santos, el que más hablará de los dos en esta entrevista.

Quezaltepeque ha sido un campo de batalla desde los noventa, un municipio marcado a fuego por la violencia que generan las maras. Su cementerio no es la excepción. Al fondo, en el muro sur, hay un gigantesco placazo de la Quezaltecos Locos Salvatruchos (QLS), la clica de la MS-13 que en esta ciudad tiene el currículum más sangriento. El grafito es sencillo: una M y una S de unos tres metros de altura, separadas por una cruz que dentro tiene pintados un 'RIP', un 'QLS' y un aka: Piojo. Falleció el 27 de febrero de 2002 y, por su destacada ubicación, resulta fácil inferir que ha sido uno de los palabreros más influyentes de esta clica. A un costado, tres columnas con akas de pandilleros fallecidos: Smile, Sparky, Lil Crazy, Flaco, Pelón, Mariachi, Gorra… hasta veinte.

Cuando pregunto a Santos y a Urquía por el placazo, resulta evidente que rehúyen el tema. “Tal vez eso lo habrán hecho en la noche, pero aquí ahora pasa bien tranquilo; hace unos años usted no podría haber estado tomando fotos como ha estado haciendo estos días”, me dice Santos. Ninguno de los dos sabe especificar cuánto tiempo lleva el grafito que evidencia que la zona está bajo dominio de la Mara Salvatrucha. Y por supuesto, a ninguno de los dos se le ocurriría borrarlo. 

—¿La tregua les ha afectado de alguna manera? –pregunto.
—Fíjese que yo tengo el control de todos los fallecidos, de todos, y ahora la mayoría son personas adultas y por muerte de Dios, digamos, muerte normal. Así, matados, pocos están llegando…


Le pido a Santos si tiene datos que avalen sus impresiones. Se gira y regresa con un viejo cuaderno manuscrito en el que aparecen los nombres, las edades y algunos datos básicos de cada una de las personas sepultadas en el cementerio.

—A ver –su dedo se desliza por el cuaderno de arriba abajo, y se detiene cuando su mirada encuentra lo que busca–, en lo que vamos de enero... mire, aquí hay uno de 23 años… De ahí tengo de 67… de 56… de 71… Este de 23 es el único joven.

Se han consumido diez días de enero y aparece un muerto joven. Le pido por favor que consulte enero de 2012, cuando el gobierno aún no había trasladado desde el Centro Penitenciario de Seguridad de Zacatecoluca a los líderes de la MS-13 y el Barrio 18, la medida que activó la tregua en marzo de 2012. Santos busca los datos en el mismo cuaderno. 

—A ver… enero de 2012… Tengo uno de 25 años… Tengo este de 16 años… Tengo este de 27… de 23… de 29… de 19 años… Estos son ya mayores… 50… 68… Tengo este de 15… de 23… A este no le pusieron edad… Tengo este de 21 años… 26… aquí otro de 18 años… Aquí ya empieza febrero…
—Suficiente, suficiente.
—Aquí hoy es raro que llegue alguien joven –reitera Santos, satisfecho–. La mayoría ahora son señores y señoras mayores de 50 años. 


Terminada la entrevista, recorro una vez más el cementerio. Dentro de un profundo zanjón encuentro a David (nombre falso, obvio, ahorita comprenderán), un sepulturero con el que ya había platicado en anteriores visitas. El de Quezaltepeque es un cementerio modesto, con apenas un puñado de empleados, y todos los servicios de enterramiento y albañilería los prestan personas como David, que se ganan la vida sin ser empleados municipales. Cobran 25 dólares por pasarse una mañana entera cavando un hoyo de 1.80 metros de profundidad, y 70 dólares cuando le piden uno de 2.40 metros.

Le pregunto también si ha notado que lleguen menos jóvenes, y responde en la misma sintonía que el administrador y su auxiliar.

Al poco, vencida ya la desconfianza, deja de cavar, baja la voz y me pide que me acerque.

—Yo acá me paso el día cavando porque no sé hacer otra cosa, pero de lo poco que gano aún tengo que pagar renta a esos malnacidos.

De la tregua y sus consecuencias se habla mucho –a favor y en contra– en los despachos, en las conferencias de prensa, en los platós de televisión, en Facebook, en los reportes que elaboran dizque gurús con renombre internacional. Se pontifica sin conocimiento, sin vivencia, porque casi siempre opinan quienes desconocen la complejidad del fenómeno de las pandillas, algo que conocen realmente bien quienes viven entre los pandilleros, quienes los sufren. Ellos –no los ministros, no los mediadores, no los periodistas, no los comentaristas bravucones de redes sociales, salvo excepciones– son los que mejor saben si este año de tregua es motivo para la esperanza o para la preocupación. Quizá habría que considerar incluir esas voces, las de las verdaderas víctimas, en este diálogo de sordos al que casi siempre le sobra visceralidad. 

Fotografía: Roberto Valencia
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(Este relato fue publicado el 8 de marzo de 2013 en la sección Bitácora del proyecto de cobertura periodística de la violencia Sala Negra, de elfaro.net)

lunes, 11 de marzo de 2013

Décimo comunicado de las pandillas


 [Al igual que sucedió con los tres anteriores, este comunicado fue rubricado no solo por las pandillas Mara Salvatrucha 13 y Barrio 18, sino también por otras tres de menor incidencia que operan en El Salvador: Mao-Mao, Mara Máquina y La Mirada Lokotes 13. En esta ocasión se sumaron “los privados y privadas de libertad de origen común”. El texto fue leído en una conferencia de prensa que tuvo lugar en el Centro Penitenciario La Esperanza (más conocido como Mariona) el sábado 9 de marzo de 2013, cuando se cumplía el primer aniversario desde que el Gobierno de El Salvador sacó de Zacatraz a las estructuras de las dos principales pandillas, y con ello se activó la tregua.] 
 
***
Los voceros nacionales de las pandillas MS-X3, Barrio 18, Mao-Mao, Máquina, Mirada Locos y los privados y privadas de libertad de origen común al pueblo salvadoreño y demás pueblos del mundo comunicamos:
  1. Que este día 9 de marzo de 2013 se cumple un año de haber iniciado el proceso de tregua y de paz que tuvo su origen en un acuerdo suscrito entre la MS-13 y el Barrio 18, facilitado por Monseñor Fabio Colindres y el escritor Raúl Mijango; acuerdo al que con posterioridad se fueron sumando los privados y privadas de libertad de origen común y las pandillas Mirada Locos, Mao-Mao y Máquina.
  2. Que el proceso que hoy celebra su primer aniversario, en la medida que se ha ido desarrollando, se ha convertido en la acción más eficaz para la prevención de violencia, situación que ha permitido la transformación de la imagen de El Salvador, pues ya no somos el segundo país más violento de la Tierra, como fuimos calificados a principios del año 2012; en tan solo un año, se ha logrado la disminución en la tasa de homicidios de 68 fallecidos por causas de violencia por cada 100 mil habitantes a una tasa de 25, lo cual representa una disminución que supera el 50%, y nos coloca en el promedio de otros países latinoamericanos.
  3. Entre los hechos más visibles que este proceso destaca podemos citar:
    1. Disminución de más del 50% en la tasa de homicidios, que ha permitido ahorrarle a la sociedad salvadoreña la pérdida de 3,028 vidas, las cuales, si no se hubiese abierto este proceso, se habrían perdido.
    2. Estabilidad en los Centros Penitenciarios, pese al hacinamiento y las condiciones inhumanas en la que los privados de libertad purgan sus penas.
    3. El que hayamos entrado a una segunda fase, en la cual ya se han suscrito Pactos Locales por La Vida y La Paz en 6 municipios, siendo estos: Ilopango, Santa Tecla, Quezaltepeque, Sonsonate, Puerto de La Libertad y hoy Apopa; en los cuales nos hemos comprometido a trabajar por reducir hasta eliminar todo tipo de práctica delictiva que provenga de las estructuras de pandillas que en esos municipios tengan presencia.
  4. Hace un año pedimos perdón a la sociedad por todo el daño y dolor provocado por nuestras acciones y les solicitamos el beneficio de la duda y que nos permitieran reinsertarnos social y productivamente para apartarnos del camino equivocado por el que hemos transitado y así podernos convertir en personas de bien que se ganan el sustento diario de manera lícita con el sudor de su frente, para poder contribuir a la recuperación económica del país. Agradecemos las expresiones sociales que ya se comienzan a manifestar en respuesta a lo solicitado; saludamos y agradecemos la creación de la Iniciativa Pastoral Por La Vida y La Paz, que reúne a Iglesias de diferentes denominaciones, la creación de la Fundación Humanitaria y muy en especial saludamos a los Alcaldes y Concejos Municipales y a las diferentes expresiones de las fuerzas vivas que en cada municipio han tomado la valiente y patriótica decisión de incorporarse a la lucha por recuperar la paz.
  5. Agradecemos a la Organización de Estados Americanos OEA, y en particular a su secretario general, José Miguel Insulza, y al secretario multidimensional, Adam Brackwell, por el acompañamiento que dan al proceso en su rol de observadores y garantes. Así mismo, agradecemos a los organismos multilaterales y agencias de cooperación por la disposición de apoyo al proceso que han manifestado; de igual forma, a los medios de comunicación nacionales e internacionales por la difusión que han dado al proceso; y también a las autoridades, que han facilitado que esta novedosa vía para reducir violencia pueda desarrollarse, a todos mil gracias.
  6. A todos los que nos han proporcionado el beneficio de la duda y han creído en lo virtuoso de este proceso porque de él todos salimos ganando, con excepción de aquellos que se lucran de la violencia, les reiteramos que no les fallaremos. Hemos comprometido lo más valioso que tenemos que es nuestra palabra y no escatimaremos esfuerzos por hacerla cumplir. Reconocemos que el proceso aún presenta imperfecciones, como sucede con toda obra humana, pero nuestro desafío es ir superando esos problemas y hacer que este proceso continúe su marcha hasta alcanzar el más preciado de los anhelos de todos los salvadoreños, que es vivir en paz. Los ataques públicos y privados que los detractores de este proceso realizan para hacerlo fracasar no nos detendrán, nuestra decisión y voluntad de transitar por el camino de la paz es firme e indeclinable, porque estamos convencidos de que el camino de la violencia ya no es una buena opción para nadie.
  7. Con el propósito de materializar hechos que reafirmen nuestra buena voluntad, queremos informar que en próximas horas estaremos haciendo la entrega voluntaria de un total de 267 armas de diferentes tipos y municiones a los facilitadores y a la OEA, para que estos se las entreguen a las autoridades salvadoreñas.
  8. A todos los que han expresado preocupación por la sostenibilidad de este proceso, les queremos expresar que la misma no depende de nosotros, sino del involucramiento de ellos dando su aporte para hacerlo sostenible; en este desafío nacional por alcanzar la paz no hay lugar para espectadores; por tal razón, reiteramos nuestro llamado a todos los que no se han involucrado a que lo hagan. La Paz solo será posible si todos los salvadoreños nos volvemos protagonistas y nos apropiamos del proceso para alcanzarla. Nosotros ya estamos haciendo lo que nos corresponde, la pregunta que todos los demás deben de hacerse es qué están haciendo ellos por la paz.
El Salvador, 9 de marzo de 2013.

Fotografía: Roberto Valencia
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jueves, 7 de marzo de 2013

Cuando monseñor Romero se convirtió en Monseñor Romero


Como le ocurrió a la gran mayoría de los religiosos y religiosas de la arquidiócesis, el sacerdote Ricardo Urioste -quien terminaría convertido en el vicario general del nuevo arzobispo- no se alegró cuando la Santa Sede designó a Monseñor Romero para estar al frente de la arquidiócesis de San Salvador. Y el descontento generalizado no era porque en la capital se desconociera quién era este migueleño; al contrario. Entre 1970 y 1974 se había desempeñado como obispo auxiliar en San Salvador, en una atípica y mal avenida terna de mando integrada por monseñor Chávez y González como arzobispo, y por monseñor Rivera Damas también como auxiliar. Ambos simpatizaban con las ideas progresistas surgidas del Concilio Vaticano II y de la conferencia de obispos latinoamericanos de 1968 en Medellín, Colombia.

Recuerdo -me dice Urioste- algo que monseñor Rivera Damas me confió antes de morir: poco tiempo antes de que en Roma decidieran quién sería el arzobispo, a él le dijeron que necesitaban a alguien menos crítico con el Gobierno, y por eso escogieron a Romero. Yo siempre digo que cuando la Iglesia se deja llevar por motivaciones humanas, el Espíritu Santo hace otra cosa, ¿verdad?

Urioste lo admite: hay un antes y un después en su relación con Monseñor Romero. En los primeros días de febrero de 1977, cuando ya se rumoraba quién sería el sucesor de monseñor Chávez y González, no ocultaba su disconformidad. Pocas semanas después, a finales de marzo, fue el único que lo acompañó en el primer viaje a Roma. Algo ocurrió en ese intervalo de tiempo. Al teólogo jesuita Jon Sobrino le gusta usar la palabra conversión para definir la transformación, y señala como detonante el asesinato del padre Rutilio Grande. Urioste prefiere hablar de un proceso; para ilustrarlo, recurre al evangelio de San Marco.

—Monseñor fue alguien que siempre, desde joven, fue viendo qué es lo que Dios pedía de él, y poco a poco Dios lo fue llevando por los caminos que lo llevó. Yo siempre comparo esto con lo que ocurre con Jesús y el ciego de nacimiento al que cura en Betsaida. El Señor le toca los ojos -y Urioste gesticula como si fuera él quien está sanando-, y le pregunta que si ve, y el ciego le dice: veo a los hombres como árboles que caminan; o sea, que no estaba viendo bien. Entonces, el Señor le vuelve a tocar los ojos y le pregunta de nuevo que si ve. Y el ciego le dice: ahora veo perfectamente. Algo así ocurre en la vida de Monseñor. Él fue siempre muy cercano a los pobres y con una gran sensibilidad, pero los veía como personas a las que había que tratar paternalmente. Pero el Señor le va tocando los ojos para que vaya viendo por qué son pobres, por qué están en esa condición, cómo hay que escucharlos y verlos. 
¿Y cuándo le tocó los ojos al punto de cambiarle de forma tan radical? 
Yo creo que se los va tocando desde San Miguel, y sobre todo cuando es obispo de Santiago de María. Considero que esos años en Santiago de María le sirvieron muchísimo para ir viendo de otra manera a los pobres, a tal grado que cuando regresa a San Salvador nosotros ignorábamos la apertura que había tenido. 

Imagen: internet

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(Este relato es un fragmento del perfil sobre monseñor Ricardo Urioste incluido en mi libro Hablan de Monseñor Romero, publicado en marzo de 2011).
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