jueves, 23 de junio de 2011

Salvador Barraza (Q.E.P.D.)

Salvador Barraza Ascencio nació el 31 de diciembre de 1936 en un mesón del barrio Candelaria, en el centro de San Salvador. La infancia ocupa hoy muy pocos de sus recuerdos. Ni siquiera se acuerda si eran siete u ocho los hermanos que resultaron del matrimonio entre Manuel y Virginia, sus padres. Fueron, eso sí lo tiene presente, años de dificultades que lo obligaron desde muy joven a trabajar para complementar los ingresos familiares. Empezó como ayudante en una gasolinera.

La primera vez que dice haber visto a Monseñor Romero fue en una misa vespertina en la catedral de San Miguel, ciudad a la que viajaba con frecuencia a petición de los padres redentoristas, para los que trabajaba. En una ocasión, recién llegado desde San Salvador, Monseñor Romero le ordenó que se durmiera un rato porque en unas horas saldría de regreso a la capital.

A inicios de los setenta, y animado por su esposa, Salvador pasó a ser su propio patrón. Nació Zapatitos Nenes, un negocio de venta de zapatos para niños que no tardó en convertirse en una saludable fuente de ingresos. Fueron los tiempos de la prosperidad, los tiempos que le permitieron, por ejemplo, viajar a Europa por puro placer.

—El negocio iba bien, tenía clientela hasta en Guatemala y Honduras –dice ahora con nostalgia–, pero luego se puso duro. Con el terremoto del 86 y con la guerra muchos negocios desaparecieron, y eso también le pasó al mío.

Ese trabajo le dejaba mucho tiempo libre, circunstancia que contribuyó a solidificar su amistad con Monseñor Romero: casi siempre estaba disponible para él. Se los veía juntos desde antes incluso de la consagración como obispo, y cuando salían en carro rara era la vez que no manejaba Salvador.

—Pero yo no era su motorista –aclara, consciente de que muchas veces lo han presentado equivocadamente así–. Como arzobispo él tenía su motorista asignado, pero para las cosas de confianza me buscaba a mí, y también yo me encargaba de que saliera a distraerse, porque tenía mucha tensión. Íbamos seguido al mar, siempre andábamos hamacas en el baúl.

Se hicieron compadres, literalmente. Monseñor Romero es el padrino de María Virginia, la mayor de los cinco hijos que Salvador procreó con sus dos esposas: Eugenia, la ex, con la que tuvo tres; y Marta, la actual, con la que tiene dos.

Tras la quiebra de Zapatitos Nenes le tocó hacer casi de todo, pero siempre en el área de las ventas. Vendió camisas, vendió pastas Robertoni, vendió su carro... Pero nada volvió a ser igual. De los tiempos de la prosperidad queda tan solo la amistad con Monseñor Romero que, a su manera, aún cultiva desde el anonimato. Cada domingo, a pie o en un bus de la ruta 22, se desplaza hasta Catedral Metropolitana para escuchar la misa de las 9 junto al mausoleo donde yacen los restos de su amigo.

—Y usted –pregunto a Salvador–, ¿cree que Monseñor Romero es santo?
—Claro. Y no es solo que lo crea, sino que lo viví a la par de él. Tan solo ver esa convicción con la que entraba en las iglesias... Con Monseñor llegué a tener una confianza de hermanos, de buenos hermanos.
—¿Notó diferencia en él antes y después de ser arzobispo?
—Lo mismo. Yo igual lo llevaba a mi casa, igual jugaba con mis hijos, igual se acostaba en la haragana...
—Algunos hablan como si se tratara de dos personas distintas.
—No, nada que ver. Lo que sí es que tenía un carácter fuerte, pero eso antes y después. Como migueleño, pues. Carácter fuerte, pero también la otra cosa: la dulzura, la forma respetuosa de tratar, era bien mielita.

Fotografía: Roberto Valencia
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(Este un fragmento del perfil sobre don Salvador Barraza que aparece en el libro Hablan de Monseñor Romero. Puede leer la crónica entera pulsando aquí).

4 comentarios:

  1. Recién leí su participación en "Hablan de Monseñor Romero". Da melancolía enterarse de esto justo ahora.

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  2. Lo sentimos mucho,descanse en paz don salvador barraza

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  3. Alejandra Orellana23 de junio de 2011, 12:15

    Se reecontrará con su gran amigo de quien habla en el libro de nuestro Santo: Monseñor Romero! Que bendición!

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  4. Juntos cultivaron una gran amistad aqui en la tierra hoy estaran juntos recordando nuevamente en la eternidad , Dios le reciba Don Salvador.

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