Sobre la acera de la avenida España, en la cuadra de la catedral, caminan en sentido sur-norte un joven padre y su hijo de no más de tres años. El niño llora con ganas, berrea, como si el llanto fuera si mejor argumento, y el padre, un vendedor de los puestos de música cristiana, lo lleva casi a rastras, zarandeándolo de la mano por lo descompensado de las zancadas. Cuando llegan a la esquina de la cuadra, el joven padre se detiene y, al ver en la acera de enfrente un grupo de agentes de la Policía Nacional Civil, se agacha para dirigirse a su hijo, pero eleva la voz.
—Mirá quiénes están ahí… Si no dejás de llorar, te llevaré con la Policía.
Pero ni con esas reprime su llanto el niño.
Fotografía: Roberto Valencia |
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