El 22 de enero de 1980 las calles de San Salvador acogieron la manifestación más multitudinaria jamás vista en El Salvador. Héctor Dada Hirezi, una de las cinco personas que integraban la Junta Revolucionaria de Gobierno, se atreve a calificarla como la más grande jamás vista en toda Centroamérica. Estimaciones conservadoras cifraron en 250.000 las personas que respondieron a la convocatoria realizada por la Coordinadora Revolucionaria de Masas, el más firme intento por unificar el crisol de organizaciones sociales en que estaba fraccionada la izquierda salvadoreña.
—Nunca se había visto algo así –recuerda Dada Hirezi–, y yo, honestamente, pensé que con esa manifestación iban a intentar tomarse Casa Presidencial.
Fue tal la afluencia que mientras algunos aún esperaban salir desde el monumento al Divino Salvador del Mundo, otros estaban ya frente a la catedral, donde se dice que comenzaron los disparos. El arzobispo de San Salvador, Monseñor Romero registró sus impresiones en su diario: “A la altura del Palacio Nacional se inició un tiroteo que desbandó esta preciosa manifestación –preciosa manifestación, dice–, que era una fiesta del pueblo”. Su apoyo expreso a las organizaciones populares, y por extensión a sus reivindicaciones, tenía a la base el desencanto acumulado hacia la Junta Revolucionaria. Aquel día, los principales funcionarios de Gobierno siguieron los acontecimientos encerrados en Casa Presidencial. Después de que las radios reportaron el tiroteo, Dada Hirezi y Monseñor Romero hablaron por teléfono.
—Monseñor, esos disparos no son de soldados –le aseguró Dada Hirezi–. Acabo de consultar y me han garantizado que se cumplió nuestra orden de que no hubiera ningún agente de seguridad ni ningún soldado en el camino.
—Pero hay gente en catedral que los está viendo disparar desde el Palacio Nacional.
—No puede ser, Monseñor.
Pero sí pudo ser.
Cuando confirmó por otras vías la veracidad de la versión de Monseñor Romero, Dada Hirezi se levantó en medio de la reunión de gabinete y pidió explicaciones al ministro de Defensa, el coronel Guillermo García, que encarnaba la línea más intransigente dentro de la Fuerza Armada. Tras las consultas pertinentes, la nueva versión era que en efecto habían dejado unos guardias para custodiar el Palacio Nacional y que se habían puesto tan nerviosos que dispararon, pero sin orden de sus superiores. Aquel día hubo más disparos y más muertos en más lugares. Doce años después, la Comisión de la Verdad cifró entre 22 y 50 los fallecidos entre los manifestantes, además de un centenar de heridos.
—Yo verdaderamente reaccioné con mucha violencia ese día –dice hoy Dada Hirezi–, y eso que soy una persona muy tranquila, pero creo que los militares nos estaban viendo la cara.
Al día siguiente, 23 de enero, la tensión se mantuvo. Tras lo ocurrido en la víspera, unas 40,000 personas se refugiaron en el campus de la Universidad de El Salvador, y el Ejército, desplegado en los alrededores, amenazaba con ingresar con el pretexto de que escondían armas. Monseñor Romero se presentó en Casa Presidencial para solicitar que levantaran el cerco militar, y eso generó otro violento choque verbal entre las antagónicas visiones que había dentro del gabinete.
Con el paso de los días la situación, lejos de calmarse, se tensó aún más: asesinatos, atentados, ametrallamientos, tomas de fábricas, impunidad, secuestros… En la noche del 23 de febrero un escuadrón de la muerte irrumpió en la vivienda de Mario Zamora, procurador general de la República y máximo exponente de la línea progresista al interior del Partido Demócrata Cristiano, con la que Dada Hirezi se identificaba. Lo ametrallaron en el baño de la casa.
—Y ese sí ya fue el fin –recuerda.
Solo entonces se convenció de lo que ya sabía pero se negaba a admitir: que las fuerzas que empujaban el país hacia la guerra abierta eran más poderosas que las que trataban de evitarla. También al interior la Junta Revolucionaria de Gobierno.
Fotografía: internet |
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Este relato forma parte del perfil sobre Héctor Dada Hirezi incluido mi libro Hablan de Monseñor Romero (Fundación Monseñor Romero, San Salvador, 2011), y fue publicado el 22 de enero de2011 en el periódico elmundo.es
Gran multitud, estábamos allí...
ResponderEliminarPor cierto, Miguel Mármol estuvo en esta manifestación.
ResponderEliminarFue una barbarie de Fuerza armada nunca en esos momentos se quiso la paz sino la, guerra
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