—¿Usted cuántos años tiene? –le preguntaré yo.
—Yo ya tengo 80.
—Se ve mucho más joven…
—Ah –reirá con mirada tímida–, ¿de verdad?
Niña Mari lava ajeno. Va dos días por semana a lavar y a planchar ropa en una casa de Santa Tecla desde hace 30 años. Antes iba cinco, pero la vivienda envejeció y se fue vaciando de gente hasta que un día le dijeron que con dos visitas era suficiente. Niña Mari no tiene Seguro Social, nunca lo ha tenido. Niña Mari no tiene pensión de jubilación, nunca la ha tenido. Lleva toda la vida lavando calzones y blumer chucos ajenos y lo sigue haciendo con 80 años. Con lo poco que le pagan aporta a la casa. Me dirá que tiene esperanzas de encontrar otro trabajo, que quizá la contraten donde trabaja su hija Marta Alicia. Ella logró su cartón de bachiller en Salud, pero también limpia ajeno.
—Está en un banco por aquí, por el Mercado Central –me dirá–, porque a veces no pueden hallar de lo que han estudiado, pero como dicen, hay que trabajar de lo que caiga, ¿verdad? Así es. Pero mire, yo oigo en las noticias que van a poner más personal, ella me está diciendo también que tal vez me puedo colocar allí. Ojalá, ¿verdad? Primero Dios.
Tiene 80 años y busca trabajo. En un país en el que en los supermercados la mayoría se cruza de brazos y comienza a mirar impaciente a la nada hasta que alguien –un muchacho, la cajera– le mete su compra en bolsas.
—Madre, no la molesto más –le diré cuando me despida.
—No ha sido ninguna molestia, que le vaya bien.
—Gracias, ha sido un verdadero placer platicar con usted.
—Vaya, que Dios lo bendiga.
Pero todo eso será en cuestión de minutos. Ahora ni siquiera sé que conoceré a Niña Mari, ni que hablaré largo con ella, ni que incluso le terminaré tomando una fotografía porque su yerno así me lo pedirá, ni que al salir de esta humilde casa del barrio San Jacinto sentiré que acabo de estar con una de esas personas que en silencio engrandecen este país, que logran que uno siga enamorado de El Salvador, que permiten mantener la esperanza… A pesar de todo lo demás.
Fotografía: Roberto Valencia |
Me cautivo! generalmente el salvadoreño anonimo, esos millones no privilegiados son los que hacen grande el pais...
ResponderEliminarEn Latinoamérica los viejos no tenemos ningún respaldo, si no ahorraste te mueres de hambre y si ahorraste también porque tu dinero se devaluó, a los pocos que tienen una pensión no les alcanza, los viejos tienen que vivir de la familia y no todos la tienen. Por eso no podemos dejar de trabajar, de todas formas eso lo mantiene a uno en forma, hasta que te enfermas...
ResponderEliminarQue lindo Reportaje a Veces las Personas Humildes Nos dan Clases Fijate que ya Mejor Doña mary tiene Ganas de Seguir Trabajando Para Sacar Adelante a su Familia y Sentirse Util en la Sociedad y hay Jovenes que Prefieren Pedir y Robar en vez de Trabajar .
ResponderEliminarA Veces Pienso que la Gente Mayor Tiene mas Fuerza que los Jovenes todos deberiamos Ser como doña Mary:)
¡¡FELICIDADES!!
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