Monseñor Óscar Arnulfo Romero
La esvástica, símbolo del enemigo acérrimo del comunismo, es nuestro emblema. Ante el ataque traidor a la patria, nos hemos organizado, nos hemos armado y ya comenzamos a extirpar póstulas cancerosas. Su contador Montoya es uno de ellos. Tenemos una larga lista de curas, profesores, obreros, estudiantes y empleados a quienes iremos eliminando. Usted, monseñor, está a la cabeza del grupo de clérigos que en cualquier momento recibirán unos 30 proyectiles en la cara y en el pecho. Sin embargo, queremos salvarle si usted cumple con las instrucciones siguientes: por lo menos durante un mes, en todas sus homilías y en todas sus conversaciones dentro y fuera de la Santa Iglesia combatirá severamente el comunismo y a los comunistas. El día viernes de cada semana dirá un misa en sufragio del alma de cada asesinado por los BPR, FPL, ERP y los demás asesinos subversivos, alcaldes, jueces, miembros de ORDEN y agentes de seguridad, condenando y maldiciendo a los autores de tan horrendos crímenes. Condenará y maldecirá a los incendiarios, ordenando públicamente a su clero apartarse de actividades políticos y por último, el periódico Orientación y la radio YSAX deberán combatir enérgicamente al comunismo. Todas esas actividades que pueden salvarle de una muerte horrorosa comenzarán el viernes 1 de junio. Estaremos observando.
Monseñor Romero reflexionó sobre esta amenaza el 1 de junio, tal y como recoge su diario personal, pero no se amedrentó. “Me ordenan que debo cambiar de modo de predicar, que debo condenar al comunismo, que debo elogiar a los muertos de los cuerpos de seguridad, etc., y que si no sigo esa línea, que me van a eliminar. Lo cual comprendo que son como amenazas psicológicas, para detener una voz que siente en conciencia que no se puede callar, para hacer luz en medio de tantas confusiones e intereses bastardos”.
Por cierto, el Montoya que menciona el comunicado es Carlos Humberto Montoya Ortiz, contador de profesión y colaborador del arzobispado. Llevó la contabilidad de la construcción de Catedral metropolitana y la del Secretariado Interdiocesano Social. Fue en efecto asesinado el 24 de mayo al salir de su oficina, ubicada en la plaza Libertad, en pleno centro de San Salvador. Razones para tomar la advertencia en serio había.
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