Sobre la 8.ª avenida Norte de Metapán, cerca del cruce con la 15 de Septiembre, hay un puesto de tortas como otros tantos miles regados por el país: un gran carretón metálico regentado por una señora sesentona y a la par una pequeña mesa y tres banquitos en los que rotan los clientes. Por $1.60 a uno le dan una torta con todo (“¿Cebolla va a querer? ¿Y chile?”) y una pequeña Salvacola para pasarla.
Terminando estoy la mía cuando se acerca otra señora que evidentemente tiene un trato de amistad con la dueña. Se saludan, se bromean. Están justo detrás de mí y hacen el ademán de hablar en voz baja, pero es más una actuación que un interés real. Les oigo todo. La plática comienza en el precio del pan francés, cada vez más disparado, pero pronto se dirige hacia las calidades de las mayonesas de carretón.
―El otro día –dice la recién llegada– las tortas las compré ahí a la vuelta, pero se me quejaron en casa. Estaba feya la mayonesa…
―¿Acá, sobre la 15? Sí, ahí le ponen mucha agua. Bueno, en casi todos los puestos de por acá le ponen mucha agua, para que rinda más. Lo que pasa es que si la venta en el día está mala, el agua rápido acideia la mayonesa, y por no botarla algunas así la dan al siguiente día.
―¿Así cree?
―Así hacen. Yo acá hago la mayonesa en la mañanita, todos días, aunque me salga un poco más caro.
Pues quizá sea ese el secreto o quizá el hambre por la manejada desde la capital, pero, como diría mi madre –castellana de Castilla ella, castiza–, esta torta con mayonesa del-día-poco-aguada me ha sabido a teta.
Fotografía: internet |
No hay comentarios:
Publicar un comentario