—Queremos ocupar un momento, Señor, para orar por nuestro país. Queremos orar, Señor, también por el sector donde tú nos has permitido vivir...
El pastor Escobar es joven, 30 años, y lleva más de dos aquí, tiempo en el que ha podido comprobar que la mayoría de los pandilleros son, dice, jóvenes que han crecido en el evangelio, hijos de hermanos en Cristo.
—…queremos orar por la juventud, queremos orar, Señor, por la niñez. Queremos pedirte que seas tú, Señor, quien guarde a nuestros niños y a nuestros jóvenes, Señor, de la delincuencia, de las pandillas, Señor. Padre, ayúdanos. Nuestros hijos constantemente, Señor, están en riesgo, Señor, tienen dificultades. Bendice las escuelas, Señor, bendice a los maestros, bendice cada centro de estudios, Señor. Bendice a nuestros gobernantes. Y bendice nuestra iglesia, Señor. Ayúdanos a ser agentes de cambio propositivos, a dar algo mejor a este mundo, cuanto más sabiendo que tu venida está cerca, Señor.
Pero parece como si el Señor no escuchara el torrente de plegarias que salen de esta colonia: la violencia no cesa y las consecuencias del estigma no se atenúan. Hablé con dos pastores distintos, y ninguno sabía la cifra exacta, pero calcularon que hay alrededor de diez iglesias en La Campanera, sin contar la práctica habitual de los cultos en viviendas. En realidad, todo Soyapango es un hervidero de fe. Hay más iglesias que centros escolares o campos para jugar fútbol. Algunas se anuncian con pintadas en paredes y en pasos a desnivel, como si fueran un taller o un detergente.
—¿Por qué tantas iglesias? –le pregunto al pastor Escobar cuando termina el culto.
—Por la necesidad que hay las iglesias ven oportunidades, creo yo. No estamos hablando de oportunidades económicas, usted ve las condiciones aquí, pero sí quizá en el tema de ganar personas para Cristo. La gente, en general, vive bajo un cierto temor, vive bajo incertidumbre, y a eso súmele los problemas laborales, los problemas económicos.
—¿Cree que una iglesia es más necesaria aquí que en la Escalón?
—Sí, definitivamente.
La sede central del Tabernáculo está en la exclusiva colonia Escalón, en San Salvador. El pastor Escobar ha sentido el estigma de La Campanera allí también. Cuando llegan como comunidad y los anuncian por megafonía, siente el peso de las miradas, el escrutinio, el temor mal disimulado de los acomodadores y del resto de los hermanos. Y luego están las bromas de otros pastores.
—A mí me han dicho el de La vida loca, me han dicho Poveda junior. Cuando llevaba rapado el pelo me decían el Viejo Lin.
El estigma es como una mancha de óxido en una camisa blanca; una vez que se tiene resulta casi imposible que desaparezca. Hay ciudades y países que tienen fama de tacaños o de haraganes o de altaneros, pero los residentes en La Campanera se quedaron con el estigma de ser violentos. Por eso se ven obligados a escribir otra dirección en los currículum vitae. Y quizá por eso también son tan pocos los apoyos en materia de prevención.
—Una de las cosas que a mí me han llamado la atención –me dice el pastor Escobar– es que todo mundo habla de La Campanera, pero casi nadie hace nada por ayudar acá. Veamos la empresa privada o las fundaciones, todas dicen que ayudan, pero aquí, donde más se necesita, uno no ve nada.
Fotografía: Roberto Valencia |
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Eso de las iglesias es un absurdo, es comercio y ya, venden la fé aprovechandose de la situación de violencia, por otro lado está tambien la jodedera y abuso con los vecinos con el ruido que generan, hasta cuando el abuso???.
ResponderEliminarMe gusta el realto
ResponderEliminarEN LA SANTA BIBLIA PARA SER MAS ESPECIFICO EL NUEVO TESTAMENTO; DIJO JESÚS A SUS DISCÍPULOS, HABRÁN FALSAS IGLESIAS Y FALSOS PASTORES.
ResponderEliminarAMIGOS NO GENERALICEN, UN CONSEJO LES DOY, LES INVITO A QUE LEAN EL ANTIGUO O NUEVO TESTAMENTO SOLAMENTE ALLÍ ENCONTRARÁN LA VERDAD; RECUERDEN LO QUE DIJO JESÚS EN SU TIEMPO, NADIE VIENE AL PADRE SI NO ES POR MÍ, TAMBIÉN DIJO LA VERDAD NOS HARÁ LIBRE.
Interesante comentario. En muchas comunidades de nuestro pais esa situación se repite, esas pequeñas sectas se propagan entre la ignorancia. He visto madres y padres de familia dejar a sus hijos solos en la vivienda porque tienen que ir a "alabar al señor" entre alaridos desgarrantes de pastores previniendo catastrofes y anunciando el fin. Un panorama de desesperanza donde la esperanza es lo que hace falta. Haciendo jovenes con una mentalidad de que todo esta dicho y que todo es obra de "ese Dios" nada se puede hacer. Es lamentable
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