El oficial de la PNC es de los veteranos, de los que algún día se podrá afirmar que entregó su vida por el cuerpo. Fiel a las referencias que nos habían dado, parece alguien honesto y con un fuerte sentido institucional, al punto que toda la noche se ha esforzado por presentar a la Policía como una de las instituciones menos contaminadas del engranaje social salvadoreño. Hace apenas unos minutos, después de hablar largo sobre perrones, emeeses, jueces corruptos, pegeerres y mediomillones, nos ha compartido su teoría de por qué El Salvador no camina como debería. Adjetivo más, adjetivo menos, los salvadoreños, ha dicho, somos patanes, gañanes, arribistas y gangueros. Nos disgusta el orden y consideramos las normas de convivencia social como instrumentos que solo los pendejos respetan. Sus argumentos han sido muchos y variados, pero se pueden resumir en un ejemplo: si yo me voy de la delegación y dejo mi celular en la mesa, ha dicho, me lo robarán, seguro, igual que los agentes se roban entre ellos los cargadores y las botas; pero lo curioso en El Salvador es que si eso llegara a suceder, para los agentes el tonto sería yo por haber dejado el teléfono, no el ladrón; así ocurre en este país, ha dicho, y no avanzaremos mientras no corrijamos estas mañas tan interiorizadas.
Yo le he dado la razón, y hasta he contribuido con otro ejemplo: lo que ocurre en la avenida Jerusalén cuando hay trabazón, cuando decenas-cientos-miles de listillos –ricos, pobres, licenciados, analfabetos– utilizan el hombro de la calle para evitarse la cola.
Como contrapeso a la negativa descripción de la salvadoreñidad, el oficial de la PNC solo ha destacado la cherada como cualidad digna de exportación.
Pues bien, pagada la cuenta, nos despedimos en la puerta del bar, y cada uno se dirige a su carro. Han sido cinco o seis cervezas y los tres daríamos positivo en el alcotest, pero el oficial va más allá cuando con su impecable 4x4 hace un giro prohibido, se salta la doble línea amarilla y maniobra sobre la acera… como todo buen salvadoreño.
Fotografía: Roberto Valencia |
Buena. Disfruto leyendo tus crónicas. Y tiene razón ese policía, así somos. Qué yuca.
ResponderEliminarEs real!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con lo dicho, pero espero que esto no sea interpretado como un determinismo social frente al que no se puede hacer nada más que aceptarlo... sino pensar "bien duro" sobre cómo irlo cambiando de manera micro o macro o ambas...
ResponderEliminar"Como todo buen salvadoreño", ud. ya supo cuando usar esa frase. Para los que no son "buenos" salvadoreños, la cosa se usa así:
ResponderEliminar1 - Mencionar una característica indeseable, criticable y universal: impuntual, dejado, malcriado, etc..
2 - Cuente una anécdota vista u oída en la que participe cualquier salvadoreño(a) donde el(ella) demuestre tal característica indeseable, criticable y universal y
3- diga que él(ella) tiene esa característica indeseable, criticable y universal, "como todo(a) buen(a) salvadoreño(a)".
Saludos.
Muy buena... el final me encanta... "como todo buen salvadoreño", jejejeje..
ResponderEliminarCada día que leo este blog, comprendo más mi país
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