El 6 de julio será la entrega oficial, un pomposo acto con champagne incluido al que acudirán, entre otras autoridades, el dictador Miguel Primo de Rivera, presidente del Directorio Militar que gobierna España; el encargado de Negocios de la Embajada de El Salvador en Madrid, Ismael Fuentes, y su esposa; y, en representación del rey Alfonso XIII, estará su secretario particular, el marqués de las Torres de Mendoza.
Pero Contreras, fiel a su intuición, ha acudido hoy al estudio de Coullaut Valera para conocer las esculturas, cuando aún faltan unos días para la entrega. Coullaut Valera lo recibe con amabilidad, al punto que Contreras saldrá de aquí convencido de que no ha estado solo ante un gran artista, sino que ha conocido a una gran persona, sencilla y modesta a pesar de ser uno de los autores con más renombre. El joven periodista salvadoreño se sabe profano en la materia, pero la belleza de las estatuas, aunado al hecho de saber que algún día estarán en San Salvador, lo ha impresionado. Además, Contreras infiere de la plática que el autor tiene un cariño especial a estas obras, ya que son las primeras de este tamaño en las que combina bronce y mármol como materiales. Isabel la Católica luce seria y joven, con una imponente corona en su cabeza, y carga en su mano izquierda un cofre abierto. Cristóbal Colón viste traje de época, tiene la mirada triste y perdida, y en su mano derecha sostiene un legajo de hojas.
—Ni el paso de los años hará que estas obras pierdan su color –le dice Coullaut Valera a su invitado.
No solo hablan de Cristóbal e Isabel. Coullaut Valera le cuenta a Contreras que, tras resultar ganador en un concurso nacional, está inmerso en la creación de una obra de esas que inmortalizan a su autor: se trata de un conjunto monumental que se levantará en la madrileña plaza de España, la más grande de todo el país, en homenaje a Miguel de Cervantes y a los personajes de sus principales obras. Entre las esculturas destacan, obvio, Don Quijote y Sancho Panza. Coullaut Valera le muestra satisfecho la maqueta en yeso de todo el proyecto. Obras suyas ocupan ya lugares destacados en distintas ciudades de España, como la escultura de Gustavo Adolfo Bécquer en el sevillano parque de María Luisa o el monumento a Ramón de Campoamor que hay en el madrileño Parque del Retiro.
Ahora también frente al Palacio Nacional de San Salvador tendremos dos obras suyas, piensa orgulloso Contreras. En la nota que enviará a La Prensa explicitará su satisfacción. Así arranca: “El Salvador poseerá, sin duda, las más bellas estatuas de Isabel la Católica y Cristóbal Colón que hasta ahora se hayan hecho por manos de artista alguno”.
Coullaut Valera morirá en 1932, y con el paso de los años terminará como uno de los infaltables cuando se habla de la escultura española del siglo XX. Raúl Contreras, después de unos años en Europa, regresará a El Salvador y tendrá una destacada carrera como funcionario público (llegará a presidir en 1950 la Junta Nacional de Turismo) y como poeta. Cristóbal Colón e Isabel la Católica seguirán, casi un siglo después, frente al Palacio Nacional de San Salvador, en el mismo lugar en el que los ubicaron el 12 de octubre de 1924, expuestos al vandalismo y a la incultura –ya han sido remendados en distintas ocasiones–, y sin que nadie entre las miles de personas que cada día pasan a sus pies sepan que un día, antes de emprender su viaje en barco hacia América, fueron la razón que juntó en Madrid a un escultor español llamado Lorenzo Coullaut Valera y a un joven periodista salvadoreño llamado Raúl Contreras.
Fotografía: Roberto Valencia |
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(Este relato se publicó en el blog Crónicas de Centroamérica, de www.elmundo.es, el 24 de febrero de 2011, bajo el título de Isabel la Católica y Cristóbal Colón viajaron juntos a San Salvador).
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