En los diez minutos que le tomará leer este artículo un vehículo se habrá sumado a la marabunta de carros, buses y motos que satura las calles y carreteras de El Salvador. El goteo asusta: cada hora entran seis vehículos en circulación, 130 en un día, 900 por semana, 3,700 cada mes, unos 45,000 al año… Son cifras del balance oficial de vehículos registrados ante el Viceministerio de Transporte; es decir, depurados ya los accidentados o los dados de baja.
En pocos meses el parque automovilístico superará el millón de vehículos; carros, pick-up, camionetas y motos en su inmensa mayoría. Si usted maneja desde hace una década en San Salvador y alrededores, habrá notado que el tráfico de un viernes cualquiera ahora se asemeja a lo que antes solo se sufría el fin de semana previo a la Navidad. Las mañanas, los mediodías, los atardeceres… el sistema circulatorio de la capital está colapsado. Esto, así de claro, no se lo escuchará a ningún funcionario, pero usted sabe a lo que me refiero.
Cuando arrancó esta década había 700,000 vehículos en El Salvador, vamos ya por el millón, y en cinco años habrá… a saber, cientos de miles de carros más, con la certeza de que será una cifra imposible de absorber para esta capital, sin importar cuánto paso a desnivel, túnel o redondel se construya.
Si el tráfico ya es una tortura, cada vez lo será más. Orilla azul de la bacinica. Quizá le sorprenda más leer que usted y sobre todo su clasismo son parte del problema del que tanto le gusta quejarse en redes sociales.
El parque vehicular tiende a aumentar en todos los países, sobre todo en los considerados en vías de desarrollo. Pero esa ‘ley de vida’ es más despiadada en una sociedad como la salvadoreña, marcada a fuego por un clasismo que convierte el viaje en carro propio en un elemento de estatus al que el clasemediero promedio no parece estar dispuesto a renunciar.
Más vehículos matriculados no tiene por qué ser sinónimo de más trabazones. Hay sociedades en las que la tenencia de un carro no supone el uso continuo de ese carro. Aunque acá suene casi revolucionario, se puede ser propietario de un vehículo y hacer la mayoría de desplazamientos en transporte público. O en bici. O a pie. Es, de hecho, la fórmula más exitosa. Quizá la única. Y es en este punto en el que el clasismo del clasemediero salvadoreño juega en contra de sí mismo. Cientos de miles de nosotros que no subiríamos a un bus ni aunque fueran gratuitos ni caminaríamos a la pupusería más cercana nos quejamos amargamente de la cantidad de personas que se comportan igual que nosotros. Y al día siguiente, todos de nuevo como zombis al volante.
Como a ninguno nos gusta sabernos responsables del problema del que nos quejamos, no falta quien se escuda en que los buses y microbuses son inseguros, incómodos o temerarios, y algo hay de cierto en cada uno de esos argumentos, pero estoy convencido de que el clasismo es el principal freno para el uso del transporte público. Las unidades del Sitramss son seguras, económicas, rápidas y –salvo en hora pico– cómodas, pero dudo que sean muchos los salvadoreños que, pudiendo usarlas, opten por dejar su carro en casa.
En El Salvador, movernos en carro propio es una posibilidad de no sentirnos bajomundo, de evidenciar cierto estatus. Y por más que nos quejemos, la inmensa mayoría de los clasemedieros –areneros o efemelenistas, evangélicos o católicos, merengues o culés– preferiremos eso al bus.
Las trabazones no harán sino agravarse. Tal o cual megaobra millonaria aliviará un área u otra, y trasladará los puntos más negros de una zona de la ciudad a otra. Pero mientras seamos cientos de miles los que estemos convencidos de que solo en carro propio merecemos ir al trabajo, al súper, al cine o a la universidad, seguiremos alimentando aquello de lo que tanto nos quejamos.
Recuerdo cuando abrieron el sitrams. Era un gran alivio ver como uno se saltaba todas esas trabazones del bulevar del ejército.
ResponderEliminarVer todos esos carros inmóviles mientras uno avanzaba a su destino solo hacía notar de que hay un saturamiento severo en la cuidad, e incluso estoy de acuerdo en que vehículos viejos deberían dejar de ser importados (al menos que tengan una relevacia histórica para ser piezas de colección) pero la realidad es que una de las principales razones causantes del tráfico es el excesivo número de rutas que circulan en algunas calles, y lo mal hechas que están las rutas. Más de 18 rutas (y por consecuencia sus cientos de buses) pasan solo en el bulevar del ejército (que la 41A, que la 41B, que la 7D, 7C, 7A, 7, la 29, ect).
No necesitamos que estas rutas circulen las mismas calles. La solución a esto sería tratar de que estas rutas se limiten a circular solamente en los municipios y que sirvan de alimentadores para las carreteras principales (y aquí el sitrams es el que entraría en el juego)
Estoy deacuerdo con su artículo, pero también mientras el transporte público no se renueve, va a ser muy difícil incentivar al ciudadano que tiene carro. Yo incluso he tenido que dejar de viajar en bus porque he tenido múltiples experiencias negativas en los años que estuve usandolo. Es bastante obvio que la gente no va a querer usar un servicio en el que te tratan mal, en el que sus unidades no sirven que hasta las llantas salen volando, y seguir financiando una gremial corrupta que ahora pide un inmerecido aumento al subsidio, no creo que con todo eso la gente prefiera abandonar la comodidad de su carro, aun estando más de dos horas bajo el sol en el tráfico.
Nah, el transporte público nada tiene que ver con el tráfico.
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