Ya hicieron público el “Listado de las 50 ciudades más violentas del mundo en 2015”, y en esta ocasión el muerto le cayó a Caracas. Para el mundo entero, la capital venezolana es y será, al menos hasta enero del próximo año, la ciudad más violenta del mundo… aunque seguramente no lo sea.
El cacareado listado lo elabora una oenegé mexicana llamada Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C., que desde hace años ha ganado notoriedad internacional (prestigio, incluso) precisamente por confeccionar este ranking.
Desde que hace un lustro nació la Sala Negra de El Faro, soy el periodista que trata de estar pendiente de los indicadores de violencia en El Salvador, y me gusta cotejarlos con lo que sucede en los países de la región. Pues bien, el listado de esta oenegé mexicana, que agencias internacionales de prensa y prestigiosos medios de referencia elevan a categoría de verdad absoluta, lo descartamos como fuente confiable hace dos o tres años, y lo hicimos por una sencilla razón: los errores y las ligerezas detectados son, en mi opinión, demasiado graves.
La gran virtud del listado es que detalla la metodología para sus cálculos. Por ejemplo, la tasa afinada hasta las centésimas de “119.87 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes” de Caracas no tiene fundamento alguno en cifras oficiales; es una construcción sobre cuestionables reportes periodísticos que citan cifras de la morgue que atiende Caracas y alrededores, luego guadañan un porcentaje como estimación de accidentes y homicidios no dolosos, y por último descartan municipios del Gran Caracas que también hacen uso de esa morgue. El resultado final es, en mi opinión, una cifra basada en demasiadas inferencias, estimaciones y reglas de tres como para ser confiable.
Otro ejemplo. El año pasado, la campeona resultó San Pedro Sula, en Honduras. Le atribuyeron 1,317 homicidios y una tasa de 171.20 homicidios por cada 100,000 habitantes. Así se publicó y se republicó. Este año la ubican en el segundo escalón del pódium, pero si se lee la ‘letra pequeña’ sobre la metodología, aparece esto: “En primer término, quepa señalar que nuestra estimación de 1,317 homicidios en 2014 fue 14.29 % por debajo de la que reporta Sistema Estadístico Policial, que fue de 1,152”. ¡Sobrestimaron 165 asesinatos!
Pero no me animé a escribir este desahogo por lo que sucede en Caracas o en San Pedro, sino por lo que conozco tantito mejor: San Salvador. Nuestra ciudad capital salta este año del decimotercer al tercer lugar, y le atribuyen una tasa de 108.54 homicidios por cada 100,000 habitantes.
Aunque más de uno se sorprenderá por esto que va a leer, El Salvador tiene uno de los sistemas de conteo de homicidios más confiables y transparentes de todo el hemisferio, además de difusión casi inmediata. Ante esta realidad, las diferencias numéricas no son tan relevantes, pero sí –en mi opinión, reitero– las ligerezas metodológicas distorsionadoras.
Uno. La oenegé atribuye 1,918 homicidios a “San Salvador”, cuando el dato oficial y público desde la primera semana de enero es 1,932. La diferencia, por lo explicado en el párrafo anterior, no es significativa, y la tasa apenas se elevaría a 109.3 homicidios por cada 100,000 habitantes.
Dos, y empezamos con las discrepancias de corte metodológico. La única ciudad que existe en El Salvador, según el criterio utilizado por la oenegé, es “San Salvador”. Ni Santa Ana ni San Miguel ni Soyapango son ciudades.
Tres. Lo que ellos llaman “San Salvador” es en realidad el Área Metropolitana de San Salvador, una entidad que aglutina a 14 municipios y que goza de respaldo jurídico, pero en mi opinión obsoleta si se tiene en cuenta el desarrollo urbano en las últimas dos décadas. Así, el cantón Tutultepeque de Nejapa es “San Salvador”, pero no lo es la residencial Vía del Mar, ubicada en el arranque de la carretera al puerto.
Cuatro. Dentro del Área Metropolitana de San Salvador oficial existen, en mi opinión, realidades lo suficientemente diferenciadas como para que no sean metidas en el mismo saco. La situación de seguridad en los dos municipios ‘metropolitanos’ del departamento de La Libertad (Santa Tecla y Antiguo Cuscatlán) muy poco tiene que ver con el gran manchón urbano de San Salvador-Ciudad Delgado-Mejicanos-Ayutuxtepeque-Cuscatancingo-Apopa-Soyapango-Ilopango, pero esas realidades dispares, incluso separadas físicamente, se meten en el mismo huacal, y se extrae un promedio.
Entre las ciudades más violentas del mundo, “a San Salvador le correspondió la tercera posición”, dice concluyente la oenegé mexicana en su informe. Pero los factores enumerados distorsionan en mi opinión los números de “San Salvador” y todas las consecuentes afirmaciones que se hacen sobre nuestra capital.
Nuestra realidad es más cruel: en el municipio de San Salvador, donde según la Digestyc en 2015 residían 257,754 personas, se cometieron 514 asesinatos. La tasa de la ciudad capital es de 199.3 homicidios por cada 100,000 habitantes.
Si se tienen en cuenta las implicaciones para el turismo y la inversión extranjera que podrían derivarse de ser presentados como la ciudad más violenta del mundo, no nos podemos quejar. Las –en mi opinión– ligerezas con las que la oenegé mexicana elabora el listado nos han ayudado. Nos salió barato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario