Madre sospecha que se convirtió en madre de un pandillero en la segunda mitad de 2006. Pudo haber sido distinto, pero no.
Abran… ¿De verdad es la Policía? Que aaaaaabran… Una madrugada la Policía se presentó en casa con orden judicial. Gustavo estaba ya encarcelado. Madre abrió la puerta antes de que se la botaran. Gritaron que buscaban armas y drogas. En la casa solo estaban Madre, su anciana madre y sus dos hijos. Se fueron sin nada, dejaron la angustia. Gabriel estuvo todo el cateo temblando y lloriqueando, agazapado ante la horda de uniformados malencarados y armados.
No solo eso. Como su secreto lo conocen contadas personas, a Madre le toca escuchar de todo en silencio. Que si los pandilleros –Gustavo– no tienen hígado, que si son desalmados, que si no tienen corazón, que ojalá un incendio los carbonice a todos. Un hermanastro que sí sabe le dice que lo deseche, que un hijo así no merece sacrificios.
No solo eso. Está la tortura hecha política de Estado en las cárceles.
―Ahora lo de los registros se ha calmado un poco, pero con los soldados era bien feo. Siempre nos desnudaban por completo. Dos veces me metieron el dedo, así como cuando te hacen la citología…
Uno imagina a su propia madre que, por algo tan razonable como visitar a un hijo, alguien le pide desnudarse, abrirse de piernas, le mete el dedo envuelto látex en su vagina o en su recto, y lo gira bruscamente para hallar chips, celulares, marihuana.
—Tuvieron un tiempo a una soldada que se la pasaba diciendo: “Todavía falta el montón de viejas putas”. Ella nos metía el dedo, y gracias a Dios que nunca me puso chulona a hacer flexiones. Una señora entró un día que ni caminar podía por las flexiones. Y otra vez, a una señora mayor le querían meter el dedo y dijo que padecía del colon. Pues no entre, le dijeron, y no pudo ver a su hijo.
El Salvador es un país que ha naturalizado las violaciones de los derechos humanos, que las ha institucionalizado. Un Estado que mete el dedo en el culo a sus madres.
Fotografía: Roberto Valencia |
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(Este es un fragmento de una larga crónica publicada el 17 de junio de 2013 en la Sala Negra de El Faro, bajo el título de 'Yo madre')
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