No solo es la solemnidad de su nombre: Panamericana. Ni litorales ni longitudinales. Esa carretera, la que permite atravesar el país de Las Chinamas a El Amatillo, la que oxigena Santa Ana, Santa Tecla, San Salvador y San Miguel, la sonora Panamericana, es el principal eje vial de El Salvador. Eso, claro, no quita que al recorrerla uno pase junto a caballos jinetes vacas sombreros ventas-de-cocos-frijol-garrobos-caña-jocotes-cusucos-y-sandías motelesmil fovialitos humos vacas maíz-secándose-en-el-arcén reductores peenecés basura viandantes baches como trincheras vacas viejas etc etc etc. Y al que no le guste así, que se vaya a vivir a Noruega pues y deje de joder, porque así somos los guanacos, dirá alguno.
La mañana de este martes decembrino la Panamericana está engalanada de salvadoreñidad, el sol castiga pero poco. En tierras vicentinas, en el kilómetro 60 o 62, a saber, hay un puesto policial que está parando carros al por mayor, más poblado que lo que la costumbre sugiere pero todo dentro del guion. Al pasar, un uniformado levanta los dos brazos de manera poco ortodoxa, piso freno, y el carro se detiene unos 80 metros delante. Cuando por el retrovisor veo que quien se acerca corriendo es un joven de unos 16 años con camisa blanca, todo cobra sentido: el puesto policial sí es puesto pero no es policial, hay una maltrecha ambulancia parqueada que la velocidad invisibilizó, los uniformados llevan uniformes que simulan ser policiales –chalecos reflectantes y todo eso– pero que no lo son, son socorristas, socorristas guanacos inconscientes parece. No es la primera vez que me topo con un control de este tipo, un falso control policial, pero sí la primera vez que me pasa en el principal eje vial del país.
Al joven le doy dos coras, pero se las cobro un desahogo: dile a tus compañeros que acepten un consejo, que ustedes son dizque socorristas, que parece mentira, que obligar a frenar a los carros con engaños no tiene nombre, que van a originar algún accidente, que está bueno rebuscarse pero que hay maneras y maneras, que pase un buen día salú.
El muchacho apocopado dice que se lo dirá a los demás y da las gracias.
―Ya se lo voy a decir, gracias –dice.
Enciendo el Celta, y la
Panamericana vuelve a su estado natural, el movimiento.
P.D. Por cierto, ministro
Gerson, aprovecho para decirte que el estado de la Panamericana de San Martín
hasta el desvío de Chapeltique es bastante lastimero. El principal eje vial del
país.
Fotografía: Roberto Valencia |
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