lunes, 7 de junio de 2010

Pobreza es...

La palabra está tan adulterada que ha perdido su esencia. Decir pobreza hoy es decir poco, es decir nada. Se dice, se escribe, se lee pobreza rural y urbana, extrema, relativa, severa, estructural, endémica, pero esos adjetivos no adjetivan la pobreza mierda que huele y sabe como la mierda. No faltan oenegés en Toyota Prado ni presidentes ni periodistas ni organismos internacionales ni oportunistas que dicen querer conocer la pobreza, dicen querer combatirla, estudiarla, fotografiarla, filmarla, segmentarla, narrarla, porcentuarla y un etcétera que no se debe abreviar. Porque de la pobreza viven –vivimos– muchos. Quizá por eso oír pobreza hoy es oír poco, es oír nada. Pero la pobreza es. Es y existe. Tres millones. Un, dos, tres, cuatro y así hasta tres millones. Lejos de los despachos, de las computadoras y de los sesudos informes hay quien camina con pantalones donados, calzoncillos donados, brasieres donados, hay quien cree que solo un dios le puede ayudar, un dios o un pinche programa amarillista de televisión, hay para quien el mañana no existe, resignado, hay quien pasa hambre, pero no como tú o yo cuando nos agarra la tarde en un mandado, sino hambre de no tener qué llevarse a la boca y que los hijos empequeñecidos por la falta de leche pregunten cuándo papá, hay a quien la pobreza le hace agachar la mirada y decir El desprecio es duro, porque el rico y el clasemediero desprecian al pobre, y el menos pobre también desprecia al más pobre, y sí, es duro el desprecio, y quien lo sufre lo dice con calzoncillos donados y cataratas en los ojos y una placa dental donada-rota-pegada-con-pegaloca, hay a quien lo ven tan necesitado en el hospital que le quieren comprar el hijo recién nacido por 5.000 colones, hay a quien el presidente y el ministro y el otro ministro lo usan como bufón porque la pobreza vende y una fotografía da votos, y audiencia, y el pobre se convierte en parte del escenario, se elige como se elige el color de la corbata, pero su voz apenas se oye y para nada se escucha. Y quizá por eso decir pobreza hoy es decir poco-nada, un engaño, una cortesía con el lector o el televidente, para que cambie el canal sin remordimientos y siga viendo el Mundial. La palabra pobreza ya no evoca a los pobres. Pero la pobreza es. Es y existe.

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(Este es un fragmento de una crónica titulada Tres millones de mauricios, publicada el 7 de junio de 2010 en el periódico digital El Faro).

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