lunes, 9 de mayo de 2011

Miseria es...

Marlinda está marcada por eso que llamamos la miseria.

Pero decir hoy miseria nomás es decir nada, una cortesía con el lector, una manera de disfrazar, una etiqueta fácil.

Se ha prostituido tanto que decir miseria, míseros, miserables nomás es como dar un porcentaje frío o como recitar los objetivos del milenio. Decir miseria nomás es ahorrarse las descripciones. Se ha convertido en eufemismo. Decir miseria nomás no evoca, por ejemplo, las condiciones de vida de Arnulfo y su hijo de nueve años; no evoca su hogar, con paredes hechas de tablas de madera y a dos pasos de una ciénaga putrefacta llena de mosquitos, un hogar que tiene cuatro metros de largo por dos de ancho –digo: 4 metros de largo por 2 de ancho–, sin cochera, sin cuartos, sin cocina, sin baño; un hogar en el que solo caben un catre y sobre el catre una colchoneta regalada y una hamaca ennegrecida y una silla de plástico y una mesita y un foco y un televisor estropeado; decir miseria nomás no evoca ver a Arnulfo cocinar durante 18 años con un fuego que enciende en la entrada, sobre el piso de tierra, y que intenta contener con tres ladrillos; no evoca tener nada que llevarse a la boca; no evoca pasar tres o cuatro semanas al año con agua hasta las rodillas dentro de eso que llaman hogar.

Decir miseria nomás no evoca la miseria.
—¿Y dónde va usted cuando quiere mear?
—Ahí, en el patio, en el patio del rancho, porque aquí no hay servicio de baño todavía ni nada de eso.

Fotografía: Roberto Valencia
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(Este relato en un fragmento de una crónica titulada "El paraíso feo", que fue publicada en marzo de 2009 en Séptimo Sentido, la revista dominical del diario salvadoreño La Prensa Gráfica)

2 comentarios:

  1. Me gusta el escrito... no me gusta la realidad... Esto es la Bahía?

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  2. No, Rodrigo. Es una paupérrima comunidad de Cartagena llamado Marlinda. Cartagena, Colombia.

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