martes, 1 de diciembre de 2009

En la tarima de CONASIDA

En poco más de un cuarto de hora han convertido una tarima de tablas feas y unas mesas playeras en algo digno para recibir a una ministra. Para obrar el milagro han bastado un rollo de plástico brillante y azul, un par de banderas, un atril, unos manteles y un centro de flores. Son las 9 de la mañana del 1 de diciembre y en la plaza de la Salud de San Salvador –frente a la entrada del Hospital Rosales– está todo preparado para que inicie el evento central de las conmemoraciones oficiales por el Día Mundial de la Lucha contra el Sida.

En unos minutos algo cambiará.

En unos minutos, tras los aburridos discursos oficiales, cinco personas con VIH/Sida a cara descubierta subirán a la tarima plastificada y harán simbólicas ofrendas a las autoridades: una vela encendida, una ramo de flores, una cruz… Y me harán sentir incómodo conmigo mismo por haber magnificado lo que aún ahora me parece un problema trascendente.

Hace tres semanas llegó a La Prensa Gráfica una carta en la que me informaban que yo era el ganador del primer lugar en la categoría “Prensa escrita” del certamen periodístico de la Comisión Nacional contra el Sida (CONASIDA). La firmaba el secretario técnico, Azael Jovel. Ayer en la tarde, el mismo Jovel telefoneó para decirme que habían cometido un error, que en realidad mi relato ameritaba el segundo lugar. Entre una notificación y la otra hubo nueve correos electrónicos en los que nunca se dijo nada sobre el error. Y en el último de mis correos cometí la imprudencia de comentar a Jovel que desde el mes de junio ya no trabajaba en La Prensa Gráfica, que ahora soy freelance.

Del error me avisaron ayer, pero aún ahora me parece un problema trascendente, un acto arbitrario, tanto que se lo he dicho en tono de reclamo al propio Rodrigo Simán Siri, el secretario ejecutivo de CONASIDA, cuando hace un rato ha venido a pedir disculpas por el error lógico por las cientos de cartas que escriben cada día.

Pero en unos minutos subirán a la tarima los cinco: un niño de diez años infectado y sonriente; un septuagenario infectado y sonriente; una transgénero infectada y sonriente; un joven de 22 años infectado y sonriente; una guapa trabajadora sexual infectada y sonriente. La ministra de Salud, María Isabel Rodríguez, en su improvisado discurso final dirá algo así como que todas las palabras dichas antes y después suenan huecas ante la valentía de esas personas que dan la cara en un evento público y en un país con tantos prejuicios.

Y como las palabras, en unos minutos también me sonará hueco lo que aún ahora es el problema trascendente.


3 comentarios:

  1. Te comprendo Roberto, algo similar me pasó a mí hace 4 años, cuándo me comunicaron que no podían darme el primer lugar porque ya no trabaja más en EDH, aunque cuándo mandé el material todavía laboraba con ellos, pero en el fondo uno no escribe esas historias por ganar premios sino para educar y contribuir en la disminución de esa discreiminación que mata más que la propia enfermedad.

    Te felicito y continúa trabajando para darle más consciencia a los salvadoreños. Muchos abrazos

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  2. Hola Roberto
    Me da mucho gusto saludarte y te felicito por el gran trabajo que desarrollas, creo que para muchos están claras las razones políticas que hay de por medio... lo importante es que muchos te reconocemos como un periodista honesto y capaz.

    Un abrazo.

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  3. Ivette y Alecus, un fraternal saludo para ambos. Gracias sinceras por sus palabras, créanme que eran necesarias.

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