lunes, 14 de diciembre de 2009

Bielsa y Messi en La Campanera

—¿Dónde está Messi? –pregunta Bielsa antes de irse. Se le ve a gusto y quiere despedirse con una prueba genuina de afecto. No se volverán a ver en mucho tiempo, quizá nunca más en la vida.

Bielsa es Marcelo Bielsa, “el Loco”, el entrenador argentino que ha llevado al fútbol chileno al Mundial de Sudáfrica. Pero Messi no es Lionel Messi, “la Pulga”, sino un niño salvadoreño llamado Francis Retana al que Bielsa llama Messi por calzar una imitación barata de la camiseta del astro del Barcelona. El Bielsa auténtico y el Messi simulado están a punto de despedirse.

Se han conocido hace apenas tres cuartos de hora en la cancha del reparto La Campanera, en Soyapango. Esta es la colonia en la que el fotoperiodista francoespañol Christian Poveda rodó La vida loca, el documental sobre pandillas que le costó la vida. La cancha está al final de la ancha carretera que atraviesa la colonia, hundida en una zona boscosa, y para llegar hay que bajar unos empinados escalones artesanales. El terreno de juego es un simulacro de campo de fútbol: no es rectangular, más parece un cuadrado; el césped, si alguna vez hubo, desapareció casi por completo, y en su lugar hay una tierra tan reseca que uno se pregunta si alguna vez ha llovido aquí.

Bielsa se va a una esquina y desde ahí observa el minientreno que realizan siete niños y niñas, Messi entre ellos. Son ejercicios muy simples con conos y pelotas, y también hay charlas motivadoras. “¿Creen que el estudio nos puede sacar de donde estamos?”, pregunta Carlos, el joven que dirige la práctica. Donde estamos es La Campanera. Y por eso además de Bielsa, los niños, los periodistas y los pocos vecinos, cuatro agentes de la Policía Nacional Civil con fusiles de asalto M-16 cuidan el perímetro con gesto serio.

—¿Dónde está Messi? –pregunta Bielsa antes de irse.

Cuando Messi lo escucha, corre a integrarse en el grupo. Bielsa da las últimas palabras de ánimo y se despide agarrando a todos por el cuello y soltándoles un beso en la mejilla que es recibido con hostilidad por los varones. Messi le aparta su rostro con rudeza.

—¿Acá no se usa el beso? –concluye Bielsa–. En nuestro país es la prueba más genuina de afecto… Así que si los incomodé, me disculpan.

Lo dice como si en verdad fuera él quien tiene que dar explicaciones.

—Hasta luego, chicos.

Bielsa se va. Y Messi se queda en La Campanera.



Fotografía: Roberto Valencia
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(Esta escena es un fragmento modificado de la crónica publicada en el diario El Mundo el 14 de diciembre de 2009)

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