miércoles, 3 de abril de 2013

Pequeñeces que engrandecen el Pulgarcito


Llevo más de dos meses alejado de El Salvador, un tiempo razonable para que mi libreta se haya salpicado lo suficiente de ideas que simbolizan el contraste entre mi tierra de origen (Euskadi) y mi tierra de adopción. Les comparto un ramillete de pequeños shocks culturales.

1.- En Euskadi casi nadie da los buenos días-tardes-noches cuando entra a algún lugar público y cerrado: una panadería, un bar, una oficina gubernamental... Cuando lo hago, siento que me miran raro.

2.- En la ciudad en la que nací y ahora temporalmente resido (llamada Vitoria-Gasteiz, como el polideportivo de Nejapa) el invierno sí es invierno. Entre diciembre y marzo nieva mucho, y la temperatura se ubica con frecuencia por debajo de los 0ºC. Ver la ciudad con el manto blanco tiene su encanto, claro, pero el frío conlleva el inevitable inconveniente del exceso de ropa. Y resulta tedioso poner los guantes en las manitas de mi hija Alejandra, llevar sí o sí suéter o bata en casa, o los terroríficos segundos después de la ducha caliente.

3. Ver programas de televisión en español de España es, siendo benevolentes, curioso. Los ‘oye, tío’ y los ‘joder’ de los personajes de The Walking Dead devienen insufribles, y sienta peor que una bofetada que llamen Crustáceo Crujiente al Crustáceo Cascarudo. De un día para otro Homero pasó a ser Homer, Rico McPato es ahora Tío Gilito, Tribilín se ha convertido en Goofy, y a la Rana René la llaman Rana Gustavo.

4. No son pocos los que a este lado del Atlántico han oído hablar de las maras, pero en el fondo aquí nadie sabe nada sobre pandillas ni sobre pandilleros (en honor a la verdad, en El Salvador abundan también este tipo de ignorantes, con el agravante de la cercanía). Una amiga ha bautizado a su hija con ese nombre: Mara. ¿Alguien lo haría hoy en El Salvador?

5. Quizá dos meses no sean tiempo suficiente para dar validez a esta sensación-generalización, pero igualmente la comparto: siento que en El Salvador los niños (me refiero a los niños y niñas de entre 3 y 10 años) son más respetuosos, más vivos, que están más centraditos. Me atrevo a interpretar que el sobreproteccionismo parental y el excesivo laissez faire, unido a las comodidades que rodean a la niñez vasca y española, están moldeando una generación… digamos… extraña.

Y después de este mi desahogo, ¿algún otro salvadoreño exiliado se animaría a comentar sus experiencias fuera del Pulgarcito? 

 
Caricatura: Alecus

8 comentarios:

  1. A mí, lo que más me ha llamado siempre la atención en los diez años que he vivido entre Santander y Madrid, es lo poco que la gente me pregunta acerca de El Salvador. No sé si será desinterés, falta de curiosidad o vergüenza de dejar ver que no saben ni adónde queda. En cambio, el salvadoreño es muy preguntón y curioso, sobre todo con los extranjeros.

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  2. Cuando llegué a Curitiba, Brasil, una de las primeras cosas que me dijeron con entusiasmo fue: "Tienes que ir a las Cataratas del Iguazú! Estás cerquita!". Vaya sorpresa que me lleve al descubrir que "cerquita" quería decir 10 horas de bus! jaja... (Yo que pensé que al vivir en Francia mi percepción distancia/tiempo se había extendido nunca me sentí tan minúscula como cuando viví en Brasil.)

    En fin... Creo que la pequeñez geográfica del Pulgarcito es lo que más extraño, nadie me cree cuando digo que es posible amanecer en el mar (que tiene agua rica para bañarse todo el año) y por la tarde ir a tomar el café a la montaña. Extraño eso, y la gentileza de mi gente.

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  3. yo extraño lo ligera y liviana que es la vida en mi natal macondo, en chalatenango...y a veces tambien extraño el chaparro.

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  4. Nueva York no es precisamente una de las ciudades más seguras del mundo... hay áreas en las que realmente da miedo pasar y muchas otras donde no debe pasarse. Así de sencillo. Vivo en Brooklyn, en una zona donde los italianos fueron mayoría, ahora convertida en el tercer "Chinatown" y una especie de Little Odessa. El blog comunitario (periodismo ultra-ultra local) reporta las estadísticas criminales cada semana: abundan robos, especialmente en negocios; aglunas violaciones y, en los casi dos años que llevo viviendo aquí, ha habido dos asesinatos. El primero, en septiembre del año pasado, un asaltante le pegó un tiro al dueño de un edificio/tienda de convenciencia que recién había cobrados los alquileres; el segundo hace un par de semanas, una mujer con un pasado ligado a las drogas, fue asesinada dentro de su casa. Pese a esas malas noticias, la sensación de inseguridad no llega pero ni así a lo que sentía en San Salvador, haciendo los altos especialmente de noche, mirando para todos lados y sin la posibilidad de salir a caminar cuando atardece. No hay guardias de seguridad (¡no hay guardias de seguridad!); aparte de los oficiales de tránsito más duros que he visto en mi vida, sólo he visto al dueño de una licorería con su pistola al cinto. Eso sí, las cámaras de seguridad, visibles e invisibles, lo vigilan a uno, para bien y para mal: tras un asalto, la policía SIEMPRE tiene imágenes de los sospechosos y bastan un par de días y el anuncio de una recompensa para que los atrapen. Ayer vi un rótulo en la farmacia: quieren contratar un vigilante. ¿Cuánto estará cambiando el panorama por aquí? Otros temas son la basura y el las oleadas de frío ártico, pero no creo que a nadie le interesen...

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  5. eso de que los niños en el salvador andan en otra onda es cierto. yo a la temprana edad de cinco años me iba al parque central de mi colonia a vagar, socializarme con los holgazanes locales y hasta chiviaba con gente mucho mayor que yo, es chistoso pero era bueno para el naipe, a menudo sacaba para alguna charamusca.

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  6. algo de especial ha de tener nuestro pais y talvez por alguna razon especial nosotros somos de ahi; sino pongan atencion nada mas al nombre que hace clara alusion a la persona que ha tenido el mayor impacto en la historia de la humanidad..."que hay en un nombre?..." se preguntaba julieta capuleta

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  7. No vivo fuera, pero al estar afuera por algunos periodos largos puedo comentar lo siguiente:

    1. Lastimosamente, se va perdiendo esa bonita costumbre de saludar. Algunos creen que es lo que hacen en el "primer mundo" y pues como todo, hay que copiarlo....

    4. Conozco a una amiga salvadoreña llamada asi. Y no vive aqui, pienso que es mejor.

    5. Si, los niños son diferentes. Compartí esa impresión con una mamá salvadoreña que vive en USA y me vio con una carita que mejor no dije mas. En verdad, pensaba que era una impresión mía.

    Saludos. Que disfrutes tu estadía por allá.

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  8. Hola Roberto,

    Acabo de leer tu artículo "Pequeñeces que engrandecen el Pulgarcito". Me gustó mucho y puedo comentar varias cosas que diferencian a los españoles de los salvadoreños. Nunca he vivido allá, pero en el 2005 me fui a un intercambio estudiantil patrocinado por el BBVA, llamado Ruta Quetzal. Parte de los lugares que conocí fue la mayoría del País Vasco.

    Pero de las impresiones más grandes que recuerdo entre su cultura:
    1. Mis amigos españoles de la Ruta casi no extrañaban a sus papás (en ese intercambio todos habiamos nacido en el 88 ó 89) mientras que los latinos sí.
    2. En España sólo una persona me dió las gracias cuando compré algo allá. Un señor de un kiosko de dulces en Toledo. Tanta fue mi impresión que se lo comenté, me respondió que Toledo vive del turismo y no se pueden dar el lujo de no ser amables, y que tratan de imitar buenas costumbres de otros países, entre ellas dar las gracias.
    3. Mis amigos españoles, aunque de mi misma edad (17 en ese entonces), la mayoría parecia como un joven salvadoreño de 21 años. No por que en sí se viera mayor, pero tenían un aire mayor que todos los latinos, y la mayoría de los latinos aún teniamos cara infantil.
    4. En otros países de Latinomérica que he viajado sólo en uno (Chile) he sentido una diferencia notable: las personas no detienen la puerta para el que camina atras, por eso casi me doy en la cabeza con una puerta, porque asumí que me la iban a detener.
    A parte de eso, Latinoamérica la he sentido similar a El Salvador.
    5. Me resultada tan extraño que al DVD le dijeran "deveubede" y cosas similares. Pero se me pego el "joder", a las semanas se me quitó, pero aún a veces lo digo, en situaciones que siento que un "joder" bien dicho expresa exactamente lo que estoy sientiendo.

    Esas son parte de las cosas negativas de los españoles, pero aparte de ellas, guardo excelentes recuerdos de los españoles, no se si es objetivo o no debido a que son recuerdos de una de las cosas más importantes de mi vida, la Ruta Quetzal. Pero dentro de ella también escuche a mis compañeros españoles comentar que desearan tener en su casa ciertas costumbres latinas (durante el viaje entre los participantes, 315 de 53 países nos contabamos la vida entera). Una de mis amigas, de Alicante comentó que una de las cosas que más iba a extrañar de la Ruta era comer con alguien, porque es hija única y como ella sola llegaba a su casa después del colegio le tocaba comer sola todos los días y no había nadie para hablar en la tarde. Me partió el corazón y nunca más me queje que me interrumpieran cualquier cosa para decirme que tenía que ir a la mesa.

    Suerte con todos tus proyectos
    Saludos

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