Fotografía: Roberto Valencia |
Voy cámara en mano entre el hormiguero humano. Justo antes de embocar la escalera, me detengo a tomar un cuadro de un gran placazo que en letras góticas y blancas dice ‘MS Hollywood Locos Monserrat Lil Criminals’, sobre un fondo negro con dos docenas de lápidas. A mitad de la escalera hay un descansillo, y en el descansillo un pandillero –uno más entre los dos mil cuatrocientos que se hacinan en este penal– me detiene con la mirada y señala la cámara, cortés.
—Tomame una foto, pero solo de la camiseta, que no se vea la cara…
El pandillero lleva una camisola chabela de la Selecta. La estira con las dos manos, para mostrar un gran escudo patrio en medio del pecho que dice ‘República de El Salvador en la América Central’.
—¿Ve? –dice–. Puro salvadoreño, cien por ciento, El Salvador es la mera verga…
Un par de cuadros, se los enseño en la pantalla y despedida. El orgullo en su mirada.
Todo el penal está lleno de camisolas de El Salvador. Debe ser impresionante, pienso, ver acá un partido de la Selecta, dos mil cuatrocientos locos gritando el himno nacional hasta desgañitarse, una auténtica orgía de salvadoreñidad.