viernes, 17 de febrero de 2012

Un país violento es...

Un país violento es aquel en el que la clase política –la que debería dar ejemplo– empapela la ciudad de sonrisas falsas antes del plazo que la ley establece para hacerlo.

En un país violento hay familias que ganan dos mil o tres mil dólares mensuales que se desviven por cobrar el subsidio del gas.

Un país violento es cuando una oenegé te cita en su despacho, llegás a la cuadra, en colonia clasemediera, y no hay rótulos de la oenegé en cuestión, y te dicen que antes sí había, pero que los quitaron porque entra y sale mucho gringo, por la inseguridad.

Un país violento es en el que asesinan a una docena de personas cada día.

Un país violento es en el que asesinan a una docena de personas cada día y a la mayoría de los vivos le vale.

Un país violento es en el que asesinan a una docena de personas cada día, a la mayoría de los vivos le vale, y todavía se molestan cuando se lo recordás.

Un país violento es cuando se te cae el celular al agua, se arruina, y todos te recomiendan sin rubor que vayás a la Policía e inventés que te lo robaron, para poder hacer efectivo el seguro de robo.

En un país violento se monta un tamal para pagar menos impuestos a Hacienda y todavía se tiene la desfachatez de llamarlo milagro de amor.

Un país violento es en el que la progresía se rasga las vestiduras porque el Estado no ayuda a los pobres, y esos mismos quejosos luego pagan diez pinches dólares el día a las personas que les cuidan los hijos o les planchan los calzones.

En un país violento un descuartizamiento es tan común que ya ni se menciona.

Un país violento es cuando el arzobispo desfacela la catedral porque sí, porque es el arzobispo.

Un país violento es cuando el arzobispo desfacela la catedral porque sí, y a la mayoría de los tuiteros –a los que les vale la docena de asesinatos diarios– esto los enciende.

En un país violento las iglesias están más interesadas en ganar diezmos-ofrendas-limosnas, en ganar minutos de televisión, que en modificar conductas violentas.

Un país violento es cuando a pleno mediodía frente a la escalinata de la catedral, con o sin azulejos de Llort, hay un viejo tumbado –ebrio o loco, quién sabe– que se ha cagado encima y hiede, y la gente que pasamos alrededor solo queremos alejarnos, como quien se alejaría de una bolsa de basura.

Un país violento es aquel en el que alguien gana seiscientos dólares mensuales y cree que los suyos son los verdaderos problemas, los únicos, las estrecheces, sin reparar en cómo lo hará el 90% de los salvadoreños que viven con menos.

En un país violento el presidente usa la imagen de Monseñor Romero porque sí, porque es el presidente.

Un país violento es cuando llegás a una colonia, preguntás por alguien, y a ocho-seis-tres casas de distancia te responden que no saben quién es esa persona, pared con pared incluso, porque apenas quedan comunidades, solo gente que vive amontonada.

Un país violento es aquel en el que abundan los ignorantes disfrazados de machos alfa.

En un país violento las oenegés que dizque trabajan en la prevención de la violencia diseñan sus intervenciones al gusto de los mecenas europeos, relegando las verdaderas necesidades de los jóvenes.

Un país violento es en el que los comerciales nos siguen engañando con que somos un pueblo de trabajadores-buzos-felices-avispados-buenagente-afortunados-soñadores-nobles, olvidando los versos del Poeta que hace décadas ya nos definían como ladrones, contrabandistas y estafadores, como los reyes de la página roja, como los guanacos hijos de la gran puta, como los primeros en sacar el cuchillo.

En un país violento no respetar la cola en una trabazón, tirarse por el carril contrario, es ser buzo y avispado.

Un país violento es aquel en el que no serán dos ni tres las personas que leerán esto y su reacción será molestarse con el autor, insultarlo en su mente, pensarán: quién-se-cree-este-periodista-de-mierda-para-hablar-así-de-mi-país, en lugar de reflexionar sobre la sociedad descompuesta de la que forma parte.

Un país violento lo hacen violento el Killer de Las Margaritas y el presidente y el agente Majano de la delegación cantonal y el maestro acosador de alumnas y el tuitero que pide el retorno de los grupos de exterminio y vos y yo.

Un país violento es…

(San Salvador, El Salvador. Febrero de 2012)

Fotografía: internet
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(Esta reflexión fue publicada el 14 de febrero de 2012 en la sección Bitácora del proyecto de cobertura periodística de la violencia Sala Negra, de elfaro.net)

3 comentarios:

  1. Lo mas curioso es que en realidad cuando hablas con las personas se trata de evitar el tema a menos que les haya pasado algo, pero la queja es temporal las personas se sienten impotentes así que simplemente tratan de ignorar el problema y seguir con sus vidas mientras la situación empeora.

    Hace falta un cambio o serie de cambios, no necesariamente revolucionarios (y al parecer tampoco políticos), comenzando en cosas pequeñas: seras muy vivo por sobrevivir al conducir al sentido contrario ahorrar gasolina y tiempo, pero a la larga esa actitud irresponsable arriesga vidas.

    Tampoco creo que la violencia va a solucionar los problemas de pandillas y delincuencia, aquello de que deberían de regresar los grupos de exterminios si pienso que aquellos que cometen crímenes violentos deberían de recibir su castigo y escarmiento pero de forma afuera de la ley ni siquiera a corto plazo se solucionaría el problema.

    Muy buen articulo!

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  2. Muy buen artículo, muy buen escritor. Venezuela, mi patria natal, es un país violento también y siempre lo fue, no es cosa que empezó con Chávez. Sin embargo, el ascenso súbito y vertiginoso en el índice del crimen coincidió exactamente con la llegada a la presidencia de Carlos Andrés Pérez, medio colombiano él, nacido en el bordercito. Con él llegó la COCAINA y la VIOLENCIA a Venezuela, y de una semana para otra se dobló el número de atracos, de muertes, de violencia y criminalidad en general. Los jóvenes de clase media empezaron a meterse cocaína

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  3. Buen articulo, creo que uno de nuestros mayores problemas, raiz de muchos de nuestros males es la precaria memoria que tenemos,

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