martes, 14 de febrero de 2012

Desde un país que no cuenta, ¿o sí?

A inicios de 2008 nació un blog que bauticé con el nombre Desde un país que no cuenta... Al poco terminó convertido en un insípido recopilatorio personal de historias ya publicadas, un verdadero fósil viviente que nunca promociono, pero he de reconocer que el nombre del blog me sigue gustando mucho. El doble sentido era evidente y pertinente: El Salvador se consideraba –aún se considera– un país que no cuenta en la agenda mediática internacional, ignorado por CNN salvo terremoto, huracán o masacre carcelaria; y al mismo tiempo los periodistas salvadoreños huíamos por ignorancia o incapacidad de contar historias en todo su esplendor, huíamos de la crónica, de las historias reporteadas hasta la extenuación y narradas con las herramientas de la literatura, menospreciábamos casi siempre el cómo en favor del qué, preferíamos la cita a la mirada, la estadística a la metáfora. Parafraseando a Leila Guerriero, a inicios de 2008 en las páginas de los periódicos y revistas guanacas el lector hallaba infinitas manchas grises y muy pocos tajos inolvidables.

Han pasado cuatro años, y ya no estoy tan seguro de que el doble sentido siga vigente.

Me explico: la todopoderosa Editorial Alfaguara acaba de publicar en España Antología de crónica latinoamericana actual (Alfaguara, Madrid, 2012), editada por el escritor colombiano Darío Jaramillo Agudelo, y que en el prólogo se presenta como un libro que reúne “a los autores más notables y algunos de sus trabajos más atractivos, más asombrosos”. Pues bien, entre los 46 cronistas latinoamericanos seleccionados hay tres salvadoreños, los tres del periódico digital El Faro: mi amigo Carlos Martínez, su hermano –y también gran pana– Óscar Martínez, y este servidor, con relatos sobre el atormentado juez al que le tocó investigar el asesinato de Monseñor Romero, sobre 
un pueblo clave en el camino hacia Estados Unidos que emprenden los migrantes centroamericanos llamado Altar, y sobre la vida cotidiana en el reparto La Campanera de Soyapango, respectivamente.

El prólogo de la obra, que lo firma Jaramillo Agudelo, arranca así:

La crónica periodística es la prosa narrativa de más apasionante lectura y mejor escrita hoy en día en Latinoamérica. Sin negar que se escriben buenas novelas, sin hacer el réquiem de la ficción, un lector que busque materiales que lo entretengan, lo asombren, le hablen de mundos extraños que están enfrente de sus narices, un lector que busque textos escritos por gente que le da importancia a que ese lector no se aburra, ese lector va sobre seguro si lee la crónica latinoamericana actual.
Después se insertan intercalados entre joyas de Leila Guerriero, Martín Caparrós, Alberto Salcedo Ramos, Juan Pablo Meneses o Daniel Titinger los tres relatos made in El Salvador.

¿Puede afirmarse que El Salvador cuenta ya cuando se habla de crónica, de periodismo narrativo? Las tres historias seleccionadas son, a su vez, la única representación de la región centroamericana. Pero no solo eso. De entre todos los países de América Latina, solo Argentina, Colombia, México, Perú y Chile aportan a la antología de Alfaguara más cronistas que El Salvador. Pero no solo eso. Si se ponderan las cifras en función de la población, el Pulgarcito de América se erige como el territorio con la más alta tasa de cronistas por cada millón de habitantes, seguido por Uruguay, Chile y Argentina. 



Más allá del criterio del compilador Jaramillo Agudelo, la sensación que tengo de que el doble sentido de la frase Desde un país que no cuenta está perdiendo vigencia se debe a la convicción de que en la antología podrían haber entrado historias firmadas por otros colegas salvadoreños, como César Castro Fagoaga, Daniel Valencia Caravantes, Carlos Chávez, Carlos Dada, José Luis Sanz, Glenda Girón… No se trata pues de tres pinches golondrinas; estoy convencido de que desde hace unos años algo se está moviendo en este paisito, poco a poco, imponiéndose sobre la mediocridad generalizada.


Por eso hoy me van a permitir el ejercicio de vanidad –consciente de que falta tanto por aprender–, y terminaré este post con una afirmación que a más de uno le sonará temeraria o prepotente: hablando de crónica al menos, El Salvador sí empieza a contar, siquiera tantito, ¿o no?

Fotografía: alfaguara.com




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