sábado, 23 de abril de 2011

Me roba el ladrón, me roba el Gobierno

—Para ganar tiempo, vaya a Colecturía a cancelar la refrenda –me dice Carlos Campos como quien te está haciendo un gran favor.
—¿Y cuánto es?
—Son 52 con 29.

Cincuenta y dos dólares con veintinueve centavos.

*** 

Hace dos días me robaron la cartera y todos los documentos que había adentro; entre ellos, el carné que me acredita como residente definitivo en este que ya es mi país. Lamentarse en El Salvador porque a uno lo roben es como lamentarse porque llegue la estación lluviosa. Lo que cambia en cada ocasión es el cómo –con o sin violencia, con navaja o revólver, hurto o robo…– y el qué –el CD player, el carro, el celular, pisto…–. Ahora bien, llámenlo suerte, prudencia o como quieran, pero nunca antes me habían robado la cartera desde que llegué en 2001 y, por consiguiente, nunca antes me había tocado refrendar documentos.

La Dirección General de Migración y Extranjería ha abierto una elegante oficina en la avenida Olímpica de San Salvador, justo enfrente de la torre del HSBC. Es amplia, fresca y bien iluminada; el suelo está embaldosado y limpio; y sus paredes están adornadas, además de con el obligado cuadro del presidente Funes sonriente, con grandes afiches promocionales de los rincones más bellos de El Salvador: la laguna de Alegría, Suchitoto, Tazumal… El cubículo de Carlos Campos, el oficial que me está atendiendo, está justo delante de una fotografía aérea de los volcanes de Izalco y Santa Ana. Campos ronda los 35, y su aspecto lo singularizan unos lentes similares a los que usa el comisionado Howard Cotto, su poderosa papada y su pronunciada alopecia.

—¿Y cuánto es? –le pregunto después de explicarle lo que me ha traído aquí y enseñarle la denuncia policial que sustenta mis palabras.
—Son 52 con 29.
—Ufa, ¿52 dólares? Está carito, ¿no? Yo creo que ni en Suecia deben cobrar tanto por refrendar un documento robado…
—Cada país -zanja- es soberano de poner los precios que quiere.

Parece que no soy el primero que se queja por las desorbitadas tarifas que el Gobierno aplica a los residentes extranjeros. Tiene su lógica. Si a un salvadoreño le roban su Documento Único de Identidad (DUI), Docusal, la empresa privada que lo repone, le cobra $10.31, una cifra que ya supone un castigo adicional al robo. Al “extranjero”, sea este vasco, rumano o paraguayo, Extranjería –el Estado– le cobra cinco veces más, lo que no hace sino abonar la sensación que siempre he tenido de que esta oficina gubernamental se concibió como una instancia generadora de dinero, no como prestadora de servicios. Basta un ejemplo: si un salvadoreño renueva su Tarjeta de Identidad de Extranjero (TIE) en España, un país donde el salario mínimo mensual supera los 900 dólares, paga poco más de 21 dólares.

—El carné que me robaron está vigente hasta junio de 2012, ¿este pago me ampliará al menos el plazo? –pregunto a Campos, más por sacar plática para este post que por conocer la lógica respuesta.
—No. Eso es solo por la emisión.
—¿Me están cobrando 52 dólares por un pedazo de plástico? Ya veo. Primero me roba el ladrón, y ahora me roba el Gobierno.

De hecho, cuando desapareció, en mi cartera no había más de 40 dólares en efectivo.


Fotografía: Chowy

5 comentarios:

  1. Ush. Qué cosa. Y uno de mis peores temores es perder mi DUI, yo que ni vivo allá, porque me imagino que sacarlo además de costoso es díficil, últimamente.

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  2. La mayoría de la gente no se para a pensarlo, pero la historia de la humanidad se escribe con el guión de fondo de un saqueo continuo.

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  3. los extranjeros casi siempre cobran más que los nacionales, así que no se quejen tanto o se vuelvan a su país señores españolasos.Para darse cuenta de esto ha nesesitado vivir acá tantos años?

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  4. Parece que todos los países están aprendiendo.

    Solo para obtener una mera solicitud de visa de turista de Gringolandia, son $350.- Y puede llegarse donde el burócrata de turno con "poderosa papada y pronunciada alopecia" y le diga simplemente "No". Y adiós $350.-

    #Asieselmundo (Si, ya se que no estamos en twitter pero la costumbre)

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