sábado, 19 de febrero de 2011

Cuando desde la izquierda se despreció al arzobispo Romero

Si hacemos a un lado los sectores de ultraderecha que promovieron o celebraron su asesinato y a sus ahijados políticos, cuesta en la actualidad encontrar a alguien que critique en público a Monseñor Romero. El paso de los años lo ha convertido en un referente mundial de lucha contra la desigualdad, de compromiso con los más desprotegidos, de respeto a los derechos humanos, de promotor de la verdad como premisa para la reconciliación, de… Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que muchos de los que hoy le aplauden lo criticaron con dureza.

En la calentura por convertir El Salvador a cualquier precio en una república socialista, Monseñor Romero también fue cuestionado por muchos compas. Tras el apoyo expreso al golpe de Estado del 15 octubre de 1979, lo llamaron viejo burgués, lo acusaron de olvidarse del pueblo, lo presentaron como un promotor de los intereses gringos. “Hubo un tiempo en que buena parte de la dirigencia de las organizaciones populares estaba convencida de que se había cambiado de bando”, me dijo, bajo condición de anonimato, un entrevistado.

Cuando uno plantea hoy este tema a personas que se consideran progresistas, algunos prefieren pasar de puntillas, quizá para evitar retratarse como lo que fueron: personas que durante semanas o meses creyeron que Monseñor Romero era un traidor. Por eso, como periodista se agradece tanto la naturalidad con la que personas como Evita Menjívar admiten que la izquierda política cometió con él gruesos errores, errores que algunos ahora tratan de ocultar o redimir con estatuas y palabras de falsa admiración.

—Con eso de la Junta de Gobierno –admite Evita–, hubo organizaciones que le mandaron cartas fuertes. Le decían que cómo era posible que estuviera apoyando eso.

Monseñor Romero lo llamaba fanatismo. Y lo criticó, fiel a sus convicciones, en repetidas ocasiones. “Ilusionados por esa misma tentación del poder –dijo en su homilía del 30 de diciembre de 1979, cuando arreciaban las críticas en su contra–, están cometiendo muchos errores también los grupos de izquierda y las organizaciones populares que pierden de vista el objetivo legítimo de sus presiones, que debe ser el bien común del pueblo y no el fanatismo de su grupo o la obediencia de consignas extranjeras”.

Fanatismo hubo, hay y quizá nunca deje de haberlo en El Salvador.


Fotografía: Roberto Valencia
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(Este es un fragmento de uno de los capítulos incluidos en un libro sobre Monseñor Romero que está previsto que se publique para marzo de 2011)

1 comentario:

  1. De hecho me quitaste la idea de un post que estaba preparando, pero que tendré que publicar como eco de lo que aquí mencionás. Duele escuchar que al Arzobispo Romero lo llamen "Símbolo de rebeldía" en más de alguna canción, o ver su rostro junto al de Shafick Handal o Carlos Marx.
    Ya hablaremos largo y tendido de esto un día de estos.
    Cudiate.
    R

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