miércoles, 6 de octubre de 2010

El poder de una sílaba

Dentro de nada sucederá algo que lo compense todo, pero hasta ahora, aquí parado sin saber qué hacer en este supermercado, este ha sido un día denso y complicado. A ver, dormí poco y mal, mañaneé para llevar al trabajo a mi esposa y al kínder a Alejandra, regresé a casa, levanté parte de una entrevista infinita, hice el guión de un relato que tengo entre manos, fui un ratito al gimnasio, afeitado, ducha, almorcé deprisa porque tenía que salir, antes escribí los correos más urgentes que obliga el freelanseo, fui al Hospital de la Divina Providencia, hablé largo con una encantadora hermana carmelita, de ahí a Catedral metropolitana para ver el mausoleo del santo, casi me peleo con un tipo que me chocó por detrás el carro en la Juan Pablo, aproveché la luz del atardecer para tomar una fotos en el Centro Histórico, manejé de nuevo hacia Mejicanos por mi esposa y de ahí a Ayutuxtepeque, para luego los tres ir al súper –la tercera es Alejandra, nueve meses, que aún no habla pero que cuando le da por cantar no hay quien la calle–, llenar el carrito para la quincena, hacer cola en la caja y sufrir esos segundos eternos mientras la cajera pasa la compra y a uno no le dejan embolsarla porque ya hay un muchacho para eso.

En esas miro al fondo, y a unos diez metros veo a mi esposa, que no quiso hacer la cola, sentada en la repisa del escaparate, con una inquieta Alejandra en sus brazos. Doy un par de pasos y la miro, me mira, me identifica, esboza una sonrisa cholca y se anima:

—Pa, pa, pa, pa, pa, pa…

Un escalofrío muy profundo me recorre el cuerpo y se me viene el impulso reprimido del llanto, como si un dedo me apretara los ojos desde adentro. Luego me dirá mi esposa que ya se lo había escuchado, pero yo nunca, yo solo le había oído el ma, ma, ma, ma, ma, ma cuando quiere sus brazos, que son los que más extraña porque son los que más la cuidan. Uno se siente tan bien, tan raro, que no halla las palabras justas. Y el día denso y complicado se convierte en algo digno de ser recordado, para siempre.



Fotografía: Roberto Valencia

23 comentarios:

  1. El ritmo del último párrafo, y esa última palabra. Woe, volví a releer el pa-pa-pa-pa y lloré. Bravo Valencia, felicidades!

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  2. Esas son las emociones que nos deja nuestra bebé preciosa Alejandra

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  3. Que bonito Ojitos aaaa! un gran abrazo

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  4. Maravilloso. Mortal. Qué envidia.

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  5. Me has puesto los pelos de punta, desgraciado. Un abrazo enorme, agradecido por lo que compartes. Ilusionado, coño. Felicidades.

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  6. Cuando tenga seis años, me avisa. ¡Valeria no paran de cantar ni de hablar de que le duele el dedo que se lastimó hace un mes, aunque no le duela! Ahhhhhhh.....

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  7. Bernat Camps Parera6 de octubre de 2010, 14:57

    A uno le dan ganas de ser tata...

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  8. Carlos Mc'grow Gutierrez6 de octubre de 2010, 14:57

    Las recompensas en medio de esta jungla sin piedad...

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  9. Ay, Roberto, vos siempre escribís cosas importantes, cosas inteligentes, cosas interesantes, pero esto, esto es lo más bello que te he leído. Y me he puesto a llorar como una tontita y me he sentido feliz de que haya cosas tan lindas chiquitas e importantes. Un beso a Alejandra!! :)

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  10. No existen días mejores en la vida. Que vengan muchos más, Roberto. Felicidades!

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  11. precioso roberto!! vaya emoción!! joeee... espero que martin también lo diga pronto..gegegegege.

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  12. Waaauuu!!! Increible Roberto, me has dejado perpleja!!! Qué capacidad de redactarlo y hacernoslo llegar!!! gracias por compartirlo. Maria Mesones

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  13. Por un momento te he imaginado todo el día liado y juro que parece que te estaba viendo. He hecho el camino contigo mentalmente, como si te viese en una pantalla. Es tanto tiempo de que nos conocemos que puedo imaginar casi todos y cada uno de tus registros, aunque puedan no coincidir con la realidad. Así, con las gafas frente al ordenador, leyendo la pantalla, acercando un poco la cara y el cuerpo al monitor, la sonrisa invertida, mascullando alguna vez, y finalmente, cuando encuentras las palabras, asintiendo con la cabeza y decidiéndote a escribir. O yendo a sacar esas fotos, andando desenfadadamente, como quien se puede desmontar en algún momento, camiseta amplia y por fuera, y nuevamente cara seria y muy sombreada por la barba de todo el día.

    Pero ha sido cuando he llegado a la parte en la que hablabas de Alejandra, cuando te he leído cómo relatabas que mirabas a la niña, te buscaba con la mirada, te reconocía, y casi te emocionabas, cuando se me ha puesto la piel de gallina y casi me he emocionado yo también.

    Preciosa la foto y guapísima la niña.

    Un abrazo amigo.

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  14. Cessy Perez Morales7 de octubre de 2010, 10:25

    Que lindo cuando nuestros hijos dejan de llorar para comunicarse y comienzan con su sílabas repetivas ma ma y pa pa pa, maravillosas sílabas que nos arreglan aún los peores días, la sensibilidad con que escribiste esta crónica dice mucho de ti.

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  15. Patricia Rodríguez7 de octubre de 2011, 9:04

    Lo dejas a uno sin palabras y con tantos sentimientos

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  16. Es tu lado más humano, dejá que salga ese Roberte y se quede

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  17. Qué locura, otra vez me sacaste las lágrimas! :)

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  18. Luisiana Ivette de Beltrán7 de octubre de 2011, 9:05

    Qué bonito relato Roberto! Felicidades por la beba tan linda... Alejandra!

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