jueves, 19 de agosto de 2010

Monseñor Romero y los periodistas salvadoreños

Este elegantemente asilvestrado jardín es el de la casa del entrevistado, que está enfrente, al otro lado de una mesa blanca y maciza, se llama monseñor Urioste, y ahora se sirve con soltura el segundo café, uno detrás del otro. Ricardo Urioste, de 84 años de edad, fue el vicario general de Monseñor Romero y uno de sus colaboradores de confianza dentro la Iglesia católica salvadoreña en los tres años de arzobispado del salvadoreño más internacional.

—¿Tenía Monseñor Romero –le pregunto una duda que me ha rondado la cabeza desde hace años– mayores deferencias con los periodistas extranjeros que con los salvadoreños?
—Pues yo no diría que tenía preferencias por la prensa internacional…

En el diario que grabó Monseñor Romero, que tan solo abarca desde marzo de 1978 hasta cinco días antes de su asesinato, menciona de forma expresa y la mayoría de las veces con entusiasmo y palabras de elogio sus encuentros con periodistas suecos, mexicanos, italianos, estadounidenses, finlandeses, ingleses, españoles, franceses, alemanes, venezolanos, japoneses, colombianos, puertorriqueños, chilenos, brasileños, costarricenses, holandeses, hondureños, irlandeses, polacos, suizos y argentinos. Sin embargo, las escasas menciones a encuentros con periodistas salvadoreños tienen un tono gris. Un ejemplo es su regreso a El Salvador el 12 de mayo de 1979. Monseñor Romero retornaba tras su primer encuentro en el Vaticano con el papa Juan Pablo II, pero ni siquiera eso motivó a los colegas presentes a hacer su labor. “En el aeropuerto había varios periodistas tomando fotografías, pero ninguno me hizo ninguna pregunta”, se quejó Monseñor Romero, para acto seguido señalar que “periodistas extranjeros sí se han anunciado este día para entrevistarme mañana”.

Desde hace años me ha rondado la cabeza, y por eso aprovecho la entrevista con monseñor Urioste para conocer su opinión.

—Pues yo no diría que tenía preferencias por la prensa internacional –me responde–, pero juzgo que era donde él veía que podía expresar una palabra que iba a ser repetida en los medios. Si hablaba con los periodistas de acá, esos medios no iban a transcribirlas, ¿verdad? Estoy seguro de que con los medios internacionales se sentía como más abierto, como más seguro, más libre, pero es porque eran ellos quienes lo buscaban espontáneamente para conocer de Monseñor Romero y de su actitud.
—¿Él era de puertas abiertas con los periodistas?
—Totalmente.
—Con una agenda tan ocupada, ¿fue parte de una estrategia, en el buen sentido de la palabra, ser tan atento con la prensa?
—Él era un hombre sumamente trabajador, incansable, y tenía tiempo para todo, digamos. Era extraordinario en ese sentido. Así que supongo que por eso siempre se mostró con la prensa muy atento.
—¿Usted cree que la atención a los periodistas fue algo prioritario para Monseñor?
—Prioritario no, creo que no. Lo que creo es que daba su tiempo a cada cosa, y también a los periodistas. Pero no creo que fuera una búsqueda de los periodistas de parte de él.

Este gremio nuestro, que tantas veces ha solicitado meaculpas a otros actores sociales por sus acciones o sus silencios durante la guerra civil, quizá algún día debería plantearse pedir perdón por el pésimo servicio que dio –¿que da?– a El Salvador.


2 comentarios:

  1. ¡¡¡QUE VIVA SAN ROMERO DE AMERICA!!!

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  2. A mi no termina de sorprenderme como los salvadoreños no podemos organizar una actividad, exposición o escribir algo sin hacer referencia a Msr Romero.

    Romero es un héroe patrio, así como lo fueron los próceres...pero porqué no dejamos a los difuntos tranquilos y nos concentramos mejor a plantear nuestro presente que tanta falta nos hace?

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