miércoles, 4 de agosto de 2010

Horacio y los hijos de la gran puta

La sala del Centro Cultural de España es blanca con mínimas concesiones: las sillas, la mesa y poco más. Hay demasiada luz, lo que acentúa un ambiente de pulcritud que no termina de encajar con el invitado de hoy y con lo que representa. El local está inusualmente lleno –donde lleno es igual a 100 personas– para escuchar a Horacio Castellanos Moya, a quien podría considerarse el escritor salvadoreño más internacional. Horacio visita de nuevo la tierra de la que a finales de los 90 tuvo que huir amenazado de muerte, y lo hace, aseguran los carteles promocionales de esta actividad, para conversar sobre ficción, diáspora e identidad. En el público hay muchos aspirantes a la etiqueta de escritor y/o de intelectual, y otros tantos que creen habérsela ganado ya. Quizá haya también una pequeña cuota de mitómanos y otra más generosa de personas que ignoran que la producción de Horacio va más allá de El asco, que él define como uno de sus libros menos celebrados afuera.

—No es lo mismo –dice Horacio– hacerse escritor en un país donde la literatura se valora que en uno donde ser escritor es ser un cero a la izquierda.

Se refiere, claro, a El Salvador, el terruño que lo marcó y que sigue siendo la fuente de inspiración de casi toda su creación. Pero Horacio apenas ha vivido aquí poco más de un tercio de su vida. Nació en Honduras, y ha pasado temporadas más o menos largas en México, Costa Rica, España, Alemania, Canadá y Estados Unidos, donde reside en la actualidad. Su salvadoreñidad, pues, tiene poco que ver con estúpidos sentimientos nacionalistas, y está más relacionada con ser este el país del que abrevan, para bien o para mal, tanto él como la inmensa mayoría de sus personajes. Edgardo Vega de El asco es salvadoreño, como también lo son el comandante Gestas de Perfil de prófugo, Mario Antonio Ortiz "Juan Carlos" y Quique López "Kioci" de La diáspora, o Haydée de Aragón de Tirana memoria; por citar tan solo unos ejemplos. Al igual que hizo James Joyce con la Irlanda que dejó atrás, Horacio escribe sobre El Salvador y sobre los salvadoreños. Pero lo que retrata no siempre gusta a los guardianes. Ni a los de un lado ni a los del otro. En sus libros la Pílsener es una mugrosa cerveza diarreica, y La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy son catálogos de ofertas hechos para ser hojeados y no leídos, la mejor muestra de la miseria intelectual de este pueblo. A los compas de la guerra civil, los que se quedaron y los que se exiliaron, no les va mucho mejor: la mayoría son vividores-resentidos-alcohólicos-psicópatas-desencantados-envidiosos-pisones-soplones.

—¡Claro que yo no soy Vega! –dice, pero suena como si nomás quisiera mantener el rebaño en calma–. Lo que ocurre con El asco es que golpea los valores, la identidad, y en esos temas el lector pierde la capacidad de raciocinio.

Horacio quizá sí es Vega, aunque no lo admita hoy aquí. Puede que en público no lo admita nunca en El Salvador, su tierra, el país que no abandonó aunque hace décadas que dejó de ser su hogar.

—A mí me gustan tus libros –dice que le dijo su editor de la poderosa Editorial Tusquets cuando hablaban sobre dónde poder vender sus libros–, lástima que no tengas país.

Lo tiene. Un país desagradecido pero suyo. Horacio es uno de esos seres humanos que tuvieron la suerte de poder elegir cuál sería la tierra que llamaría suya y quiénes sus paisanos, y eligió El Salvador y a los salvadoreños, los mismos que Roque Dalton llamó guanacos hijos de la gran puta. Horacio parece ser un ejemplo más de que criticar y querer un país pueden ir de la mano. Y de que hacerlo es señal de lucidez.



Fotografía: Iván Giménez

6 comentarios:

  1. Me gusta como hablas de Horacio. Tambien se parece un poco a ti con eso que has elegido este pais? Yo tambien creo que la critica a un pais nace, en casos como el de Horacio y tuyos, de un profundo amor y reconocimiento. No tendrian por que seguirlo haciendo si al final es tan facil criticar cualquier pais y cultura.

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  2. La obra de Horacio transpira sinceridad cruda y eso es mucho mérito para un escritor. Le creo cuando dice que no es Vega, aunque pueda que se sienta identificado, pero no es él.

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  3. Jaime Benítez Delgado16 de diciembre de 2010, 12:19

    Así se debe de escribir sin andar con pendejadas de delicados y ofendidos al ver una sonora putiada que ensucia el texto rosa.

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  4. Estoy impresionado las "cosas" se dicen como son y quien dice que las malas palabras no pertenecen dentro de la critica. Es como negar que en un matrimonio no se insulta a su pareja una ves al tiempo

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  5. No comparto.....una cosa es escoger la tierra que llamaras tuya y otra bien diferente morder la mano que te ha procurado, no podemos obviar que en muchos de sus libros hay algo o mucho de bueno, pero creo inmerecida la forma en que se expresa de los salvadoreños no todos somos el tipo de personas que el menciona, no todos somos hijos de la gran puta, para variar el origen se le sale por los poros y no lo puede evitar porque es en su origen donde radica su profundo desprecio hacia nuestra gente....Horacio es otro que seguirá extraviado por el resto de sus días.

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