viernes, 30 de julio de 2010

Revolucionarias de salón


“El pueblo salvadoreño te da la bienvenida, Xiomara De Zelaya, defensora de la paz y de la democracia en Centroamérica”. Eso dicen las letras pintadas sobre una gran sábana que han extendido bajo el Monumento a la Paz. Pero ese pueblo tan considerado con las visitas son, exagerando, tres docenas simpatizantes de un grupúsculo de izquierda llamado Red Salvadoreña de Solidaridad con la Resistencia del Pueblo de Honduras. Hay casi más periodistas que pueblo. 

Xiomara Castro de Zelaya es la esposa de Mel Zelaya, el presidente al que un golpe de Estado lo sacó del poder en junio de 2009. Ella aterrizó hace poco más de media hora, y el vehículo que la esperaba está llegando justo ahora aquí. Baja de una Toyota Landcruiser polarizada enfundada en un sobrio pero elegante vestido azul marino. La reciben tímidos vivas coreados por rojos admiradores de Chávez y de Castro; barbudos unos, imberbes los más. Xiomara viene bien maquillada, bien peinada y con unos llamativos pendientes dorados. No están tan lejos los tiempos en los que era Primera Dama o, un poquito más atrás, la esposa de un prominente empresario de Honduras. Ella ha conocido el LUJO. El suyo no es un pasado de guerrillas ni de luchas sindicales ni de hambre ni de carreras delante de los policías. El suyo es un pasado de esposa de un acaudalado empresario. 

—Traigo una carta –dice.
 
Es una misiva que Mel dirige a los presidentes centroamericanos. Suena firme la voz que Xiomara presta a su esposo ausente. Casi ocho minutos le cuesta leerla. Después, una pequeña conferencia de prensa. Cuando terminan las preguntas, comienza una lluvia que aún es tenue para ser esto el trópico. A Xiomara le da tiempo de colocar un modestísimo ramo de flores amarillas y rojas bajo el Monumento a la Paz.

—¡Que viva la juventud de Honduras! –grita una joven.
 
Le secundan no más de ocho voces enfundadas en camisetas con referencias expresas al socialismo o con la hoz y el martillo grabados. Camino de la Landcruiser polarizada acepta tomarse fotografías entre pequeñas banderas rojas del Frente Nacional de Resistencia Popular, el nuevo movimiento político del que su esposo es coordinador nacional. Son pocos. Se toma el tiempo que le piden. Sonríe. Un paraguas protege el peinado recogido de la que parece ser una de las nuevas heroínas de la izquierda centroamericana. Atrás, otro grupito enrolla la sábana que la nombra defensora de la democracia.


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(Este relato es una versión de una crónica titulada La nueva heroína de la izquierda radical centroamericana, publicada el 26 de julio de 2010 en www.elmundo.es)

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