lunes, 17 de mayo de 2010

¡Vive para contarlo!

Los estadios de fútbol son un concentradero, entre otras cosas, de anuncios publicitarios. En todo el mundo y desde tiempos casi inmemoriales, los publicistas han creído ser capaces de lograr que el espectador desvíe su atención del balón y la centre en el anuncio de la marca que les paga sus vicios. El Salvador no es excepción, y en el Estadio Cuscatlán esta tarde me están ofreciendo pan de caja Bimbo, el diario deportivo que lo hace todo por deporte, los huevos El Granjero, el diseño y la calidad que solo me ofrece la cerámica Romani, un futuro si me inscribo en la Universidad Francisco Gavidia, Telepizza, trofeos Torogoz, Gatorade y la infaltable y omnipresente cerveza Pílsener. Por cierto, dicen las malas lenguas, que casi siempre son las mejor informadas, que la espantosa combinación del amarillo y el rojo que singulariza este estadio fue una cabezonería de Pílsener.

Adidas, Nike, Microsoft o Toyota parecen no tener mucha fe en el fútbol salvadoreño como escaparate.

En la cancha se está jugando el juego de vuelta de la semifinal del Torneo Clausura 2010: Firpo contra Isidro Metapán. Salvo un pequeño sector donde está ubicada la barra brava de Firpo en Sol general –también llamado Vietnam–, el estadio luce desolado. Las entradas para el partido, que es el último antes de la final de la Primera División, costaban entre 5 y 20 dólares, y aun así no creo que haya más de 3.000 personas en un estadio en el que la empresa propietaria calcula que podrían embutirse más de 50.000.

El Salvador y su fútbol no viven un momento dulce. La selección no asiste a un Mundial desde 1982, donde cosechó ante Hungría la derrota más abultada jamás habida en una fase final; los periódicos locales se interesan más en la Liga española que en la propia; su mejor jugador –el genial Jorge “Mágico” González– es hoy más recordado por su estilo de vida bohemio que por sus goles; entre los “éxitos” más recientes de sus jugadores está que uno haya sido fichado por un equipo de Chipre; y la última, un embrollo jurídico ha hecho que la FIFA desconozca al menos por un mes todo el fútbol salvadoreño.

No creo que haya pagado mucho Huevos El Granjero por su modesto cartel en la parte más alta de los palcos privados, ni tampoco Condones Vive por alquilar la voz que se escucha por megafonía unos minutos después de cada gol. Como ahora, que Firpo acaba de marcar el empate.

—La repetición del gol es una cortesía de Condones Vive, ¡vive para contarlo!

Parafraseando la vieja frase atribuida a Hegel que asegura que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen, el fútbol salvadoreño debe tener los comerciales que se merece.


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